Más empobrecidos
A la última | C. SáNCHEZ VICENTE
Cuando una vicepresidenta económica dice que todo lo relativo a los impuestos está en estudio y que cuando dice todo quiere decir todo yo creo que lo siguiente que tenemos que hacer los ciudadanos es echarnos mano a la cartera. Y eso es lo que hizo en el Congreso Elena Salgado. Da igual, en mi opinión, que doña Elena no quisiera desmentir ni confirmar con un si o un no «la reflexión personal» (ja) del ministro de Fomento, José Blanco, sobre que tal vez habría que pensar en subirle los impuestos a los ricos para cubrir el incremento que está experimentando el gasto social en las necesidades básicas de las capas de población más desfavorecida. Cuando una vicepresidenta económica dice, como ella ha dicho, que todos los instrumentos fiscales del sistema están en estudio, sometidos a revisión, y que habrá que seguir haciendo esfuerzos fiscales «importantes» porque los ingresos están cayendo «mucho»; quien no entienda que lo que está anunciando no sólo «a los ricos» sino sobre todo a la clase media es que está en el horno una subida de los impuestos directos, indirectos e incluso circunstanciales si los hubiera, es que no quiere entenderlo.
Los inspectores fiscales ya han explicado que sólo con subirle el IRPF «a los ricos» no da ni para pipas porque los contribuyentes que declaran ganar más de sesenta mil euros en nuestro país representan un irrisorio cuatro por ciento de los ingresos fiscales globales; o sea que la matización de José Blanco fue un intento de ponerle vaselina al asunto. Y los ricos de verdad es sabido que no cotizan por el IRPF. Yo creo que algún día alguien debería explicarnos porque los muy ricos de nuestro país no son personas físicas, oye, porque todos son personas jurídicas, empresas. Pero lo que yo me barrunto tras oír ayer las tres verdades de la vicepresidenta económica Salgado (una, que los ingresos están «cayendo mucho», dos que el déficit no da más de sí, y tres, que el gasto social no se debe resentir) es que lo que planea el presidente Zapatero es meter guapamente la mano en el bolsillo de los paganos de siempre, o sea del segmento que más cotiza en nuestro país, no de «los ricos» como ha dicho el ministro de Fomento, no señor: en el bolsillo de la muy sufrida y cada vez más emprobrecida clase media.