¡Dios mío!
Si a los diecisiete años te hubieran puesto en las manos un fusil de verdad y delante un enemigo «hijo de la mentira» y te hubieran concedido además una medalla si le matas, ¿qué habrías hecho?... no precipites la respuesta... no te engañes... ni pienses sólo en nuestra Guerra Civil tan mal cicatrizada.
Es un asunto feo tener demasiado claro quién es el enemigo en cualquier guerra que tú no hayas declarado, pues el enemigo puede incluso dormir en tu cama, y es un asunto horrible querer encima matarle, que desaparezca, quitarle el sitio, robarle el pan y tirarse a su mujer o violar a sus hijas. Ahí está escrito ese instinto nuestro primitivo y bestia. Las guerras étnicas africanas espeluznan en estos aspectos. Serbios o chechenos tampoco se quedaron mancos. Los rusos entraron en Berlín violando y ahora no lo recuerdan al celebrar aniversarios de la Gran Guerra.
Pero el asunto acaba siendo brutal si se mete un dios por medio, que es desde siempre la coartada habitual porque, de esta forma, matar lo manda el Cielo y además lo premia con la Gloria tras la muerte y con un botín del ciento por uno si quedases vivo. Y no hace falta tener otro dios distinto enfrente para masacrarse. Mira las facciones musulmanas; a muerte se miraron la Europa católica y la luterana; ¿y no mira a muerte un romo batasuno meapilas a un guardia civil yendo los dos a la misma misa parroquial?...
Guerreros fueron los dioses griegos y romanos, Isis, Manitú, Shiva o toda la saga nibelunga. Pero murieron. De los que quedan vivos, Alá parece hoy el que más bronca inspira y anda de guerra en guerra confundiendo su bendición y sin querer distinguir bandera... malditas banderas... «la bandera es tu madre y también tu dios», dijo el coronel el día de la jura... y tú te preguntaste quién fue el que puso juntos a dios y a tu madre y qué estarán haciendo debajo de un trapo, uy, a ver qué va a pasar aquí... y no te fías.
Guerrilleros de Cristo Rey, Legionarios de Cristo... ¿es realmente el colmo de la incongruencia ponerle a un Cristo dos pistolas?... ¿y recuerdas aquella pintada gigantesca de un comando ultrasur en el Bernabeu que ponía «Dios mío... ¡que hostias damos!»...