Reportaje | A. gaitero
Guerra a los piojos
El Colegio Oficial de Farmacéuticos de León ofrece consejos y recomendaciones para abordar de forma adecuada la infestación por pediculosis
La alarma por la gripe A se ha colado este año en la vuelta el cole, pero hay otros intrusos que lo intentan cada año en las aulas y a los que no hay que olvidar: los temidos piojos, que constituyen la zooparatositosis más frecuente después de la sarna, señala Magdalena Sánchez, vocal de Oficina de Farmacia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de León.
«No es un problema de higiene y todavía no existe tratamiento preventivo que sea cien por cien efectivo», añade, por lo que ninguna cabeza, en teoría, está a salvo. Sin embargo, son útiles ciertas recomendaciones para detectar a tiempo una infestación, tomar medidas preventivas y aplicar los tratamientos farmacológicos de manera adecuada.
El Colegio Oficial de Farmacéuticos de León aconseja, en primer lugar, «no usar los productos pediculicidas como preventivos y evitar compartir peines, cepillos de pelo o prendas que puedan estar en contacto con la cabeza», apunta Sánchez.
La vocal farmacéutica es muy clara: «Aunque exista preocupación por una posible infestación por piojos, no es nada recomendable usar pediculocidas como medida profiláctica, ya que podría propiciar aparición de resistencias a los productos y ello conlleva mayor problema a la hora de su eliminación».
Para una mejor localización no está de más conocer algunas características de estos pequeños pero molestos bichitos. Los piojos pueden afectar a la cabeza, al cuerpo o a la zona genital, pero la más frecuente en la población infantil es la infestación del cuero cabelludo tanto durante la época estival como al comienzo del curso escolar.
Pequeños, pero molestos. Las zonas parietales (detrás de las orejas) y la nuca son sus alojamientos «preferidos» pero también la barba, cejas y pestañas. El piojo común («Pediculus humanus capitis») es un parásito exclusivo de la especie humana, que se alimenta de su sangre, por lo que científicamente se engloban con los «parásitos hematófogos del orden de los anopluros».
Su escaso tamaño, unos dos milímetros el macho y tres la hembra, y su corta vida fuera de la persona que lo hospeda, apenas 24 horas, no lo hacen menos inofensivo. Su principal aliada es la liendre, que puede sobrevivir hasta 16 días.
El piojo tiene potentes patas para asirse al hospedador dispone de un aparato bucal adaptado para perforar la piel y succionar la sangre. Además, «es un excelente nadador», agrega Magdalena Sánchez, razón por la que su propagación en las piscinas no sea infrecuente. No obstante, mejor que los piojos se observan sus huevos o liendres, de forma ovoide y color blanquecino o grisáceo, pegados al tallo del pelo, y fácilmente diferenciables de la caspa, por costar mucho despegarlos de los cabellos.
De cabeza a cabeza. «La transmisión es por contacto directo, de cabeza a cabeza, y por ello aumenta en lugares o momentos de hacinamiento, como colegios, campamentos, piscinas, etc.», explica la farmacéutica.
También «hay que prestar especial atención a objetos como cepillos y peines de pelo, toallas, cojines, gorras, sombreros, bufandas... y se debe tener en cuenta las tapicerías de lugares públicos» como pueden ser las salas de cine frecuentadas por la población infantil.
Desde el punto de vista médico-sanitario, son potenciales transmisores de enfermedades como el tifus exantemático, la fiebre recurrente y la fiebre de las trincheras (muy raras en el entorno occidental), al tomar los microorganismos de personas infectadas y eliminarlos con sus excrementos o al ser aplastados en la piel de un hospedador sano, con la piel lesionada por la picadura.