Diario de León
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A ras de cielo | saúl blanco

El procedimiento de Eratóstenes, mediante el cual este gran sabio de la antigüedad calculó el tamaño de la Tierra, está considerado, por su simplicidad y elegancia, como uno de los experimentos más bellos de la historia. Aplicando métodos geométricos, complementados con datos recogidos a lo largo de largos periodos de observación, los astrónomos griegos hicieron descubrimientos sorprendentes, muchos de ellos olvidados durante siglos hasta su «redescubrimiento» en el mundo moderno. Uno de ellos fue Aristarco de Samos, quien ideó un método para calcular cuán distante está el Sol de nosotros: imaginó un gran triángulo con sus vértices situados en el Sol, la Luna y la Tierra, respectivamente. En el momento del cuarto menguante, el Sol ilumina exactamente la mitad del disco lunar, por lo que el ángulo que incide en nuestro satélite ha de ser necesariamente recto. Midiendo en ese momento el ángulo que separa la Luna del Sol obtenemos otro de los ángulos del triángulo. Con esos dos datos, más la distancia Tierra-Luna -a la que, si se desconoce, se puede asignar un valor arbitrario- cualquier persona con conocimientos rudimentarios de trigonometría puede «resolver el triángulo», es decir, calcular la longitud del lado Sol-Tierra. La dificultad del método estriba en identificar el instante exacto del cuarto menguante, así como en el inevitable error que se comete al intentar medir con precisión el ángulo Sol-Luna. Así, Aristarco calculó que el Sol estaba sólo 19 veces más lejos de nosotros que la Luna, cuando la cifra correcta es 400. Esto, sin embargo, no resta un ápice de corrección y elegancia al genial método de Aristarco.

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