El paisanaje | antonio núñez
Date por zapateado
E l que más y el que menos aprendió sus primeras nociones de economía de parte de un viejo y entrañable maestro que te explicaba por lo fácil las lecciones de la vida más o menos así: «Pepito tiene tres manzanas. Si desayuna con una, otra la almuerza, la siguiente la merienda y la última la cena, ¿cuántas manzanas le quedan a Pepito?». Dicen que en los Jesuitas se oyó decir a un tal Mariano, que ya de pequeño iba para líder de la oposición: «Esto cuadra mal... ¿O no?». Y en el Colegio Leonés, a un tal José Luis Rodríguez no sé qué, se le oyó: «Maestro, hay que sacudir el árbol y problema resuelto». Estos dos son los que dirigen ahora el país.
Desde Adán y Eva hasta Newton, el de la ley de la gravedad, la manzana ha sido un fruto de dudosa fama, si bien le haya enseñado mucho a la humanidad, menos a los asturianos, que la beben directamtne, y punto. Traduciendo de manzanas a euros los Presupuestos Generales del Estado no es de extrañar que el presidente del Gobierno entonara el otro día en el Congreso de los Diputados el España, patria querida , justo el día de la Virgen de Covadonga, la cual, más modestamente, es pequeñina y galana, home. Si el Estado ingresa/bebe pongamos que diez euros per cápita y mea quince, con perdón, a Hacienda no le queda más remedio que menear el árbol del IVA, la gasolina, el tabaco, las multas de tráfico, la declaración de la renta, etcétera. Todo a razón de 400 euros más por persona, que vienen a ser como mínimo el triple por familia -”entre doscientas mil y trescientas mil pesetinas-” para seguir con el suma y resta de Pepito. Pero el país no se inmuta y hasta es probable que siga votando ¿O no, Mariano?.
En los albores de la democracia el asunto de los impuestos era una cosa muy seria. Las milenarias Cortes de León, sin ir más lejos, se constituyeron para tasarlos en debida forma y medida. La revuelta de los comuneros tuvo lugar por lo mismo y un quítame allá esas gabelas con Carlos V. Y la independencia de los Estados Unidos se debió a una cosa tan boba como que los gringos de la época se negaron a pagar a Su Graciosa Majestad británica los impuestos sobre el té y el tabaco de Virginia. Lástima de cómo pasa el tiempo.
Justifica ahora el Gobierno el incremento fiscal en que va a quitarle el dinero a los ricos para dárselo a los pobres, estilo Robin Hood. Y, hombre, Zapatero se le parece algo en esta película, o por lo menos se le ve la pluma del sombrero de Rodiezmo, boina de currante nunca ha gastado. Es difícil que cuele, porque aquí va a pagar todo dios que tenga nómina o le eche gasofa al coche. Cuando le preguntaron al difunto ex mi nistro de Hacienda, Francisco Fernández Ordoñez, en la primera reforma fiscal de la democracia si no temía perder muchas amistades allá a finales de los setenta, se limitó a responder: «Yo no tengo amigos ricos; sólo ceno con sociedades anónimas». Ahora es lo mismo y, si no, que le pregunten a Botín y a Amancio Ortega. Estos días no han dicho ni mú y sobre el IRPF se limitan a hacerle una declaración a Hacienda que siempre da negativo con un «Dios se lo pague».
Con el tiempo, una caña y mientras los contribuyentes sigan picando en los anzuelos demagógicos que suelta Rodríguez Zapatero a babor y estribor, como que bajar los impuestos era de izquierdad o que no había crisis, sino desaceleración, el país quedará para el arrastre antes de las próximas elecciones, que van para largo.
A él le da igual con tal de mantenerse en La Moncloa, pero cavila un servidor si no saldría más barato regalársela y pagarle un sueldo de por vida. Como hasta ahora, porque, a fin de cuentas, no se le conoce otro oficio ni beneficio que la política. Por las esquinas deambulan cuatro millones y pico de parados mendigando subsidios u ofreciendose para chapuzas en la ecomonía sumergida, que es la es la única «sostenible» a pesar del Gobierno.
Y dejar que mandara, por ejemplo, Pero Grullo.
Cualquiera con sentido común.