Diario de León
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León

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Dime una cosa, ¿sueñas con árboles?, ¿no has plantado ninguno todavía?, ¿los conoces o, al menos, los distingues?... piensa en uno que te guste y dile el por qué a un psiquiatra... si te atreves.

Me fio a ojos ciegos de los que sueñan con árboles. Dales carta blanca porque piensan en los demás y no quieren irse de este mundo sin hacer algo señalado ni dejar huella. El árbol que plantan es un regalo que hacen a los que aún no han nacido... buen detalle; qué menos... nos recuerda lo de «la herencia recibida de los padres es sólo un préstamo de los hijos»; y los préstamos se devuelven íntegros... más los intereses... así que hay que plantar todo lo que ardió en cocinas y fechorías... y lo que sigue ardiendo... cada año un tapete de monte espeso en el Luna se calcina, esta vez en Mallo, tan peligrosamente cerca del sabinar de Mirantes... me cagué en los muertos del que arrimó el chisquero... esas sabinas son sagradas... si siguen ahí es porque aprendieron a escapar del fuego, tienen patas que no vemos, son ermitañas y austeras, árboles centenarios y escarmentados que ahora crecen sólo donde el fuego no les pueda correr a los pies, esto es, sobre roca madre monda y lironda donde no puede crecer ni brizna ni musgo... árboles sabios las sabinas, duros, asombrosos... y llegados a este punto, maldigamos gitanamente a todo el que robe o queme uno solo de estos ejemplares o de los que resisten en el sabinar de Las Salas, pues ya son los únicos que nos quedan en León.

Ya te conté una vez aquel latigazo de hielo que sentí cuando un alcaldón talludo y sobarribano le paró los pies al compadre con el que compartía el taco en una mañana de caza, un bendito tipo de edad entrada que le comentaba ilusionado su intención de plantar de pinos en unas tierras baldías. El tripalari le atajó el relato advirtiéndole con la rudeza llana, vaga y mezquina del cazurro auténtico: ¿y pa qué?, ¿acaso los vas a ver tú crecidos?... demoledor.

Estoy seguro, sin embargo, de que el buen paisano acabó plantando sus pinos y que el primer riego que les dio fueron dos lágrimas por los cerebros de cepo tarugo que gobiernan estas devastaciones... pero se consoló con una sonrisa sabia y con un ¿que pa qué?...

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