Diario de León

Reportaje | elena camacho

El último aliento de la naturaleza

Una intensa campaña de movilización ciudadana logró evitar la urbanización de uno de los parajes naturales más ricos de las Islas Baleares

Voluntarios trabajan para recuperar La Trapa.

Voluntarios trabajan para recuperar La Trapa.

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Quince millones de pesetas. Ése fue el precio que hace casi treinta años pagó el Grupo Ornitológico Balear (GOB) por La Trapa, una finca de 81 hectáreas situada en el suroeste de la Sierra de Tramuntana, en Andratx, Mallorca, y que a punto estuvo de convertirse en una urbanización de lujo. Una intensa campaña de sensibilización promovida por el GOB logró movilizar a los vecinos de la isla que, con sus aportaciones -”de 50.000 pesetas como mínimo-” reunieron el dinero necesario para adquirir esta finca que hoy es una Reserva Biológica que se emplea como centro de educación ambiental y social para jóvenes, y que recibe 12.000 visitas anuales. El origen de La Trapa se remonta, no obstante, al año 1810 cuando una comunidad de monjes trapenses que huía de la revolución francesa decidió instalarse en este enclave natural.

Sumidos en un estricto voto de silencio y, pese a las dificultades orográficas y climáticas, los monjes lograron levantar un conjunto de bancales para la agricultura y un sistema de captación de agua pluvial que garantizaba la autosuficiencia hídrica en una zona de escasas precipitaciones. 170 años después, este patrimonio arquitectónico único iba a convertirse en una urbanización de lujo pero gracias a la movilización del GOB y la de los ciudadanos La Trapa se convirtió en el primer terreno adquirido en España por suscripción popular.

Esta Reserva Biológica da cobijo a dieciséis plantas endémicas y catorce variedades de orquídeas y es un oasis para ochenta tipos de aves, dos de ellas únicas en la Península (la curruca y la pardela balear) y otras tan escasas como el halcón peregrino, el águila calzada, el buitre negro o el halcón de Eleonor. Un patrimonio natural que ha convertido a La Trapa en Zona de Especial Protección para las Aves, Lugar de Interés Comunitario y Área Natural de Especies de Interés. Para conservar toda esta riqueza ecológica, el GOB cuenta con la ayuda de una docena de voluntarios que siempre están dispuestos a recuperar esta tierra y a devolverle su aspecto inicial.

Santiago, el voluntario con más antigüedad del GOB y un auténtico enamorado de La Trapa, es un controlador aéreo gallego que comenzó a colaborar con la organización nada más llegar a Mallorca «y de eso hace ya catorce años», explica.

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