Diario de León

El paisanaje | antonio núñez

Marianos

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antonio núñez
León

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Q ué tiempos aquellos en los que nos abrigábamos, salvas sean las partes, con calzoncillos marianos de felpa. En contra de lo que se cree en los ambientes políticamente correctos, la demagogia y el populismo barato vienen de muchos siglos atr ás. Es conocida la afición de Mariano Rajoy a la bicicleta desde que su padre ejercía de fiscal de la Audiencia y se las compraba a Senén. Ojo al parche, Leire Pajín, porque no es un servidor quien deportivamente lo proclama, sino que uno aspira a ser sólo un humilde carcebero de causas idiotas y perdidas (del perro Cervero, el que guardaba las puertas del infierno en la etimología griega, dicho sea para que se entere Zapatero cuando el otro día le metió un gol a Iker Casillas). De penalti, como siempre.

No pondría yo la mano en el fuego por un político bien trajeado que, encima, presuma de ello. Ni en los actos públicos ni en las ruedas de prensa tienen e l aspecto de representar al votante corriente que espera a comprar en las rebajas de la crisis de Alfredo Adams, el de la clase media. Sólo hace falta ver el fondo de armario de la vicepresidenta Mari Tere Fernández de la Vega, a la que se le va todo en trapos, porque lo que es en comida nada. O al populero valenciano Camps, al que Chanquete no sabría por dónde empezar a secarle el traje en la barca. Ninguno tiene el aspecto de representar al hombre corriente de la calle, que espera como puede a las rebajas de la crisis.

El fenómeno, por lo demás, no es nuevo. Siendo servidor un pardalín caído en la jefatura de prensa de la Diputación ya me avisó un secretario de Benavides de Órbigo con la advertencia previa de que él era de pueblo y no de piso. Eran los primeros tiempos de la transición democrática y, efectivamente, el primer día llegaron todos los diputados con boina, pero el segundo ya habían pasado por la Semana Fantástica de El Corte Inglés.

Los primeros trajes de pana del socialismo, cuando Guerra y Felipe González, pasaron a la historia. Parecía que iban a repuntar otra vez hace cinco años con Zapatero, pero quedaron aparcados en favor de la alta costura. Si acaso se cuelgan en un segundo armario para los mítines, pero siempre que sean de marca. Hasta está pasado de moda aquel chiste malo y facilón del por qué las mozas del PP no tenían teta izquierda. Se la había comido el cocodrilo Lacoste .

Cuando empezaron con los trajes de Camps a servidor empezó a olerle a naftalina. Hace ya muchas décadas que por higiene política uno se tapa la nariz: los guardias civiles «pata negra» de Roldán, el que luego salió en calzoncillos en Interviú , o el Gal de los polis Amedo y Domínguez, que resucitó Garzón cuando no le hicieron ministro.

Aquellos eran otros tiempos, pero se repiten en el caso Gürtel -”uno se hace viejo-” que sirve para que no se hable de la crisis económica, no vea usted por cuánto tiempo. Se reta desde aquí a alguien que presente a un político honrado. En treinta y tantos años de profesión sólo conozco a dos que no hayan colocado a una cuñada en el ayuntamiento, aunque de uno de ellos todavía no me fío. Y, si eso no son corruptelas, que venga Dios y lo vea. De las carreteras mejor ni hablar.

El asunto Gürtel, sea lo que sea, no debería sorprender a Rajoy con Ru- balcaba de ministro del Interior y de la policía. Un maragato diría de Mariano que «el que no está acostumbrado a las bragas las costuras le hacen llagas». Lo del Gürtel lo ha dejado como escocido.

Y entre saber si sube o baja en las encuestas está entre la zapateta y la duda existencial sobre el futuro de su partido, como el arriero de Astorga: «Un maragato en el Val (de San Lorenzo)/por el camino lloraba/ porque no podía sacar/ por la cabeza las bragas». La copla sigue con un «sal a bailar, maragato/ sal a bailar bragas anchas...», pero Mariano no tiene ni lo que los de La Bañeza les suponemos a los de Astorga, muy a nuestro pesar, cuando de mozos peleábamos por las mozas de allá al lado.

Éste es un calzonazos.

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