Diario de León

Cornada de lobo | pedro trapiello

En la ambulancia

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pedro trapiello
León

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Pasan ya del millón las familias españolas en las que ninguno de sus miembros tiene trabajo. Las tanquetas de la crisis les pasan por encima con sus ruedas dentadas y tienen su dignidad trillada o devastada como campo de batalla perdida. La dignidad es la primera víctima de la guerra del desempleo; y la verdad le acompaña en esa suerte. Aquí se miente por principio y por pánico al estadillo, aunque una cara estreñida de mal trago se dibuje en cada miembro del Gobierno que ya no pueden ocultar o maquillar la grave situación.

¿Qué ideas no roerá una familia entera cuando se encuentra en este trance? ¿Cuántos no se verán en la pendiente del abismo o en el borde del disparate?... La noticias últimas no recomponen unos horizontes velados por sucesivas cortinas de humo: persiste la trepidación financiera, a los españoles nos costará tres años más que a los europeos el recomponer los palos del sombrajo abatido (era un sombrajo con vocación de chiringuito y España era una playa de tiburones con correa y sopa de medusas), arde cualquier optimismo y la economía seguirá tan plana como las tetas de una bandeja... pero al menos todos los analistas y sesudos se este país se han puesto de acuerdo en una cosa: «palante está peor»... falta lo gordo, el llanto y el crujir de dientes.

Lo llevamos claro. Y esas familias, oscuro, negro. ¿Cómo atravesarán su desierto desempleado en estos largos años? ¿En qué trampas, inmersiones esclavas, trapicheos y sablazos no caerán? ¿Cuánta inmoralidad no trae en sus últimos vagones el tren de la indignidad del paro? ¿No robarías tú si te lo ordena el hambre o la decencia? ¿Roban los que están hartos y no van a robar los hambrientos?...

Un millón de familias son cuatro millones de gentes. ¿Quién sabrá ordeñarles mejor su voto rabiado?, ¿quién se privará de hacerlo?...

El Millet del Liceu se perfumó con honores y homenajes mientras demostraba que la verdadera lírica de este país es el saqueo; veinte kilos de euracos atropó el canalla; él era el oro y el moro; fue ejemplo y envidia; y como tantos otros, nos demostró que todos estos años de brillos económicos eran sólo un «nadar en la ambulancia».

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