Diario de León

El paisanaje | antonio núñez

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antonio núñez
León

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H ay follón en la UPL, de la que han expulsado, o lo intentan, al concejal Abel Pardo, cuyas sanjuanadas daban mucho juego en los periódicos. Así que, si lo consiguen, lo echaremos de menos. Si hubiera sido uno del PP habría que empezar este articulillo con un florentino «en la derecha sacan brillo a las dagas». Si fuera otro del PSOE quedaría bien lo de «la izquierda afila las navajas cabriteras». Pero, tratándose de leonesistas, limitémos a decir que «silban garrotes cazurros», con permiso del baturro Goya.

Abel Pardo no hace honor a su bíblico nombre, sino todo lo contrario, por la cantidad de cadáveres que ha dejado atrás en su partido. Ni a su apellido -”que, por lo demás, es gallego de la provincia de Lugo-” porque está claro que su carrera política podría haberla recorrido cualquiera menos un pardillo. Lo acusan de nazi y de ensalzar o, al menos, disculpar el holocausto judío en esa pijada que él llama Llionpedia. Pero suena a disculpa para tapar guerras internas, dado que por edad Abel no pudo gasear a ningún israelita, aunque, eso sí, sería muy capaz de hacerlo con todos los de Sahagún para allá, desde Pipas Facundo hasta el Burgos del Mío Cid, arrasando ya de paso Pucella. A Herrera el de la Junta, como está graso, seguramente lo reservaría para hacer jabón.

La polémica sobre la Lliompedia huele a coartada para cargarse a Pardo y su altura intelectual no tiene, desde luego, nada que ver con la Enciclopedia en francés que tiempo atrás enfrentó a librepensadores como Voltaire o Rouseau. Salvando el tiempo y las distancias ni Chamorro ni Abel se les parecen. Desde sus comienzos la historia de la UPL ha sido poco ejemplar para los amantes del saber universal. Empezó siendo con José María Rodriguez de Francisco, Pelines para los amigos, un apéndice del ex alcalde Morano, que había sido de la UCD, luego independiente y acabó recalando otra vez en el PP. Ahí sigue. De Francisco recogía los votos descontentos con Madrid o Valladolid, con razón, y luego se los prestaba a Morano a cambio de un tanto por ciento en cargos municipales y en lo que se terciara. Con el tiempo se amplió el negocio y la UPL creció al tresbolillo, acá y allá, izando pendones por los pueblos a favor del PP o del PSOE según soplara el viento y pasando de partido bisagra en la capital a otro con vocación de enredabailes en las cuatro esquinas de la provincia.

El caso Pardo está gastando demasiada tinta en los periódicos, lo que no es bueno para la ecología. Puede que algún incondicional suyo provoque unamoción de censura en tal o cual pueblín, pero nada más. En la capital el alcalde Francisco Fernández tiene bien amarrado el sillón con trece concejales más los otros dos leonesistas, Chamorro y Gema Cabezas, sobre un total de veintisiete. Haría falta que ambos se cambiaran de bando para darle la vuelta a la tortilla de la alcaldía, cosa muy improbable habida cuenta de que Gema es nuera del PSOE por parte de cierta diputada provincial de Villaquilambre. Como diría un economista, hay familias con el riesgo muy diversificado. En tocante a la Junta, con el procurador Joaquín Otero, más solo que la una, y Juan Vicente Herrera con mayoría absoluta, y en el Palacio de los Guzmanes, con Lázaro Bayón al pairo, no hay nada que rascar.

En la UPL, que se alimenta de mitos pueblerinos, la mitología está al revés. Diga lo que diga la Llionpedia, Saturno el que mandaba los subterráneos de la Grecia clásica devoró a sus hijos, pero entre los leonesistas los vástagos se comieron a papá De Francisco y ahora se muerden entre ellos.

¿Leonesistas demócratas, nazis o de medio pelo? El argentino Borges diría equidistante en la disputa de la UPL lo mismo que cuando en su país se mataban entre militares y montoneros peronistas: «Se están comiendo a los caníbales». No en vano el propio Perón había sido general. Aquí con esta tropa le digo yo, mi sargento, que lo mismo y tararí que te vi.

Que aproveche.

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