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Cornada de lobo | pedro trapiello

De perros y perras

Publicado por
pedro trapiello
León

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Donde no hay harina todo es mohína... y nervios perdidos, cañas rotas y ladridos a la luna... entre los populares no ganan para perrerías. Es el tiempo de los perros en celo otoñal. Encerrados en sus corrales, andan todos ladrándose por un quítame allá esta Caja de resonancia, esta Correa con hebilla, estos Marianos de culera rota y esta Costa con moros y sin más ley que la que reza en la chapa de su solapa: «¿Corrupción?... Yes, we Camps».

Cada rabadán del pepé tiene sus perros, pero como hay demasiados rabadanes en sus reuniones, la cosa parece una perrera y, a la vez, una carrera de viáticos y albéitares para atender a la oveja que se les muere en la corte merinera del ganado perdido. Les pueden los nervios... y los miedos.

El perro de Gallardón es el berciano Manuel Cobo (su mano derecha, la izquierda y la mismísima vara) y sus ladridos tienen dientes de cristal roto cuando tira el mordisco a los ijares de la borrega modorra empecinada en meterse en los trigos verdes o en las fincas de propios. Pero la modorra resultó ser también perra y aquí tenemos la ruidosa enganchada de un viacealcalde mastín y una presidenta galga que se siente dueña de las perras contantes y sonantes de esa entidad bancaria que se disputan y cuyo emblema es un oso verde que ahí se le ve comido por la mitad. Madrid bien vale un mordisco... y una misa de funeral en la Almudena.

Montoro, el estratega y grillo de las economías populares que también sabe ladrar como un faldero, vino a piarla en León y llamó provincianos a los suyos por andar haciendo un hojaldre de cajas sin ver más allá de la región. Está visto que las perras del ahorro están en celo y a cubrirlas todos se apuntan. Predicará Montoro, pero tampoco sabe donde está el trigo.

Mientras tanto, a Zapatero, que ya no le queda en la alcuza aceite para engrasar optimismo o planes, se le ha vuelto a aparecer la Virgen de los Esparabanes, reina y madre del totum revolutum y de los ríos embarrados, patrona de los hostiazos benditos que se arrean sus adversarios.

Al fondo, al lado o delante, Pepiño Picopardal luce ladrido de carea que no asusta pero irrita y no cesa de aplaudir con las orejas y estrenar corbatas.

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