Diario de León

El paisanaje | antonio núñez

A hacer PPuñetas

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antonio núñez
León

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En el PP todos los días empiezan a hostias -”cosa propia de un partido democristiano-” aunque no de las que supone el señor obispo, que comparado con la feligresía que las reparte a mansalva es el más liberal. No merece la pena analizar las disputas internas del primer y único partido de la oposición, de las que Mariano Rajoy dice que ya están absueltas y no se hable más. A esto se le llama hacer comulgar a los votantes con ruedas de molino.

Cuando estamos con cinco millones de parados y el país a la deriva algunos columnistas comparan al partido de la gaviota con el barco de los piratas de Asterix y Obelix, que irremediablemente terminaba hundido siempre que se encontraban con los galos, en este caso socialistas. No es mal referente, sobre todo en una de sus últimas travesías, cuando naufragaron antes del abordaje y el capitán arengaba a la aguerrida y remojada tripulación con un «chicos, debemos estar mejorando, porque ya ni necesitamos al enemigo para irnos a pique».

En otra historieta del genial comic titulada La cizaña se pinta a un sujeto de cara verdosa que allá por donde iba sembraba la discordia. Tras comprobarlo Julio César entre sus legiones, que ya ni formaban y estaban en permanente rompan filas, decidió enviarlo al campamento de los irreductibles galos, que, en efecto, al día siguiente no se hablaban entre ellos. Ni siquiera Asterix y Obelix. Se desconoce quién es el mandado de José Luis Rodríguez Zapatero a la calle Génova, pero a juzgar por la hoja de ruta que viene a todo color en El País -”«¿Es ahí el enemigo? Se ponga», como diría Gila-” si no es Gallardón el personajillo verdoso tiene que serlo el berciano Cobo, su vicealcalde.

Gallardón, que empezó en política de niño pepijo de buena cuna en las Nuevas Generaciones del PP, cuando aún se llamaba AP, dio mucho juego en la radio a las humoradas de Figuerola y Capitán, que lo imitaban y retrataban al vuelo. Por su parte Esperanza Aguirre es una aristócrata consorte, o sea de buena cama, que había fichado también a otro leonés de la capital, Alfredo Prada, ahora desaparecido por infidelidad lo mismo que le puede pasar cualquier día de estos a Cobo. Es lo que solía advertirme mi abuela de pequeño: «Hijo, a nosotros no nos aprueba Madrid».

Mariano ha avisado a todos sobre broncas futuras con un explícito «las listas las hago yo». O, al menos, eso fue lo que se le oyó tronar el lunes, ocupado como estaba con Zapatero, tal que en los versos de Quevedo sobre los zascandiles de abajo en su hostería: «Cuán gritan esos malditos/pero mal rayo me parta/si en acabando esta carta/no pagan caros sus gritos». Pero ya el martes «Requirió el sombrero/envainó la espada/enderezó el mostacho/y no hubo nada». En fin, la amenaza de las listas. Ahí les duele, pero otro gallo nos cantaría a todos si fueran abiertas.

Y no vea cómo está el patio del PP en León. Si sube usted a la planta noble del Palacio de los Guzmanes, primer piso según se escupe a la derecha, agárrese bien a la barandilla, que es lo único sólido de la escalera del PP. Lo demás son alfombras engañosas cuesta abajo y muy desgastadas que, cuando se las ponen a un diputado veterano es mal asunto. En cuanto al Ayuntamiento, los concejales populares la ni cogen el mismo ascendor de divididos que están. Y cuando coinciden entre ellos en el entresuelo, ni se hablán. Es la típica escena que bordaría el difunto José Luis López Vázquez: uno mira al techo para ver si sube o baja, otro al reloj para confirmar que es la una y nunca falta un tercero, a lo Alfredo Landa, con doble tic nervioso. En la UPL pasa lo mismo, y, si no, que se lo pregunten a Abel Pardo, y en el PSOE la risa va por dentro, especialmente en la séptima planta.

Esto es lo que pasa en las alturas cuando faltan todavía dos años y pico para otras elecciones municipales y ya se empujan en la escalera para ver quien sube o baja. Son así de patosos.

Mientras tanto a los votantes de abajo nos tienen como el negro del sermón, con los pies fríos y la cabeza caliente.

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