Diario de León

El paisanaje | antonio núñez

Atunes y merluzos

Publicado por
antonio núñez
León

Creado:

Actualizado:

Pescar en el océano Índico plagado de piratas empieza a ser casi tan peligroso como hacerlo en aguas del Bernesga cuando te pillan entre dos fuegos los guardas de la Junta y la Guardia Civil del Seprona. Rescate o multa, al final acabas siempre pagando. Como todo el mundo sabe allá por la Somalia, que queda en el Cuerno de África, se dice pronto, otros bucaneros han apresado al barquín «Alakrana» con treinta y dos tripulantes a bordo de los cuales se supone que más o menos la mitad son españoles. El pesquero tiene base en Euskadi y, al parecer, cuando el abordaje enarbolaba sólo la ikurriña y una bandera de conveniencia pero no la de España, marinera donde las haya e inventada por los Borbones hace dos siglos o más -”Franco no tuvo nada que ver en esto-” precisamente porque lo chillón de los colores rojo y gualda la hacían fácil de divisar en lontananza. La ikurriña, en cambio, es una copia chapucera de la británica «Unión Jack» difícil de identificar fuera de Donostia y menos de acojonar al enemigo.

El episodio del atunero secuestrado, que ojalá acabe bien, es el reflejo trajicómico de un Gobierno a la deriva. Las cosas ya enpezaron mal con el abordaje -”lo único de lo que no tuvo la culpa Zapatero, dicho sea de paso-” pero a partir de ahí todo ha sido de risa. Detuvimos a dos de los piratas en una barquichuela y al punto dio una rueda de prensa la ministra de Defensa, señora Chacón, anunciando pomposamente que «con diez cañones por banda/viento en popa a toda vela/ya hemos pillado a un par». La propaganda es la propaganda. Rápidamente fueron reclamados a tierra por la vicepresidenta De la Vega y el juez estrella polar Garzón, la foto es la foto, que luego tuvo que soltar a uno porque no se sabía si el nene estaba en la edad de empuñar una ametralladora o una escopeta de balines. Después de pasar por un centro tutelar de menores y de remirarle mucho los dientes de leche los forenses decidieron que el rapaz era mayorcico y muy mordedor, así que finalmente ha ido a parar a la trena, donde seguramente come mejor que en su pueblo.

Pero no acabaron ahí los ridículos. De golpe los armadores vascos cayeron en la cuenta de que eran españoles y de que el «Alakrana» era en realidad el «Alacrán» pidiendo una escolta de infantes de marina, a ser posible legionarios andaluces, para el resto de los buques que faenan en la zona. Con buen criterio la ministra Chacón les respondió que contrataran vigilantes jurados en los barcos, como Caja España, a tanto la lata de bonito, porque el Gobierno no tiene un duro, y eso es verdad. Ha aparecido a última hora un abogado de los piratillas, de sospechoso apellido Aparicio, al que nadie sabe quién paga, aunque sí que lo contrató o recomendó una agencia de Londres de parte de ignotos espías de aquí para devolverlo a sus secuaces a través de inciertas travesías legales. Y el embrollo no ha acabado todavía, porque la Chacón ha declarado otra vez que «aunque se pague un rescate, le seguiremos la pista al dinero». Estaría pensando en Sandokán.

Menos mal que es sólo un atunero y no un galeón de aquellos por los que tenía querencia sir Francis Drake, caballero de fortuna en mejores y más románticos tiempos. La decadencia marinera española, de Colón para acá, tiene unicamente documentado un ridículo parecido al «Alakrana»: fue cuando con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América, el Gobierno de Felipe González mandó hacer una réplica de las tres carabelas y se le hundieron todas en el Guadalquivir antes de zarpar. Otro que pudo cambiar la historia.

Se acostumbra uno a hacer el ridículo como a nadar -”toquemos madera-” o a andar en bicicleta, cosas ambas que nunca se olvidan. Y lo del «Alakrana» viene bien para no hablar de la crisis.

Cuando lo del «Prestige» cierta cocinera asturiana inventó en honor a su paisano Álvarez Cascos un plato que se llamaba «merluza a la marea negra» con tinta de calamar. Ahora ofrece a los clientes tapas de «bonito Sandokán».

Y a qué precio.

tracking