Cornada de lobo | pedro trapiello
Ya se sabe
El atraganto navideño comienza oficialmente mañana con el chupinazo inicial que dan con voz de tiple los guajes y guajas de San Ildefonso. Así ocurría cuando eras también un crío. Te daban vacaciones ese día y se montaba el belén yendo antes a los cuestos a por piedras, escorias y musgo. Ya podías preguntar qué se cenaría en Nochebuena, la única vez al año que sobraba munición en la mesa. El día 22 estaba la radio encendida todo el día. La cocina, oficina central de toda casa, olía a potaje como siempre, pero se perfumaba con olor de sequillos en el horno. Quizá había nevado aquel día (no era probable, no te engañes con tu memoria escarchada) o, lo más seguro, hacía un frío del copón. Los colegiales huérfanos que cantaban la lotería alargaban su matraca toda la mañana y hoy es el día en que no se ha corregido tanta lata. Los premios nos parecen ahora ridículos (y lo eran): veinticuatro mil seiscientos treinta y nueve... ¡diez mil pesetas!... Las radios de tiendas y bares estaban a lo mismo, pero nadie prestaba atención, salvo que berraran un premio principal. Tardaba en saberse dónde había tocado. Era una intriga. Al final, el Gordo caía, como siempre, a no menos de mil kilómetros y todos se resignaban a que, al menos, la pedrea tuviera compasión. Ni por esas. La sensación de coitus interruptus era general. Tres reintegros entre una montonera de papeletas era toda la gracia concedida por una suerte puta y esquiva.
Hoy, tantos años después, el 22 de diciembre sigue dejando a la inmensa mayoría del país con cara de decepción, cabreo disimulado y envidia marrana viendo a los afortunados que salen en la tele exagerando. Cada año, toda España entra en la Navidad con esa mala cara de celofán arrugado. ¿Seremos masocas? Así se presenta el personal a la cena familiar y, después, pasa lo que pasa: guerra entre cuñados y pedradas irónicas «en metá el hocico». La lotería fallida engorda la violencia navideña. Debería dejarse ese sorteo para el final de las fiestas, pero esta lotería es más sagrada que el Corpus, la siesta y los huevos con chorizo.
Además ya se sabe quién será el ganador de este sorteo navideño. Será el mismo, el Estado. Le toca siempre el treinta por ciento de todo lo jugado.