Diario de una aventura
Desafío tóxico conseguido...
¡El lago de lava! Brutal amigos, alcanzamos el objetivo, la prueba que nos había traído hasta aquí, un lugar en el Pacífico a 22.000 kilómetros de casa
Sí amigos, hemos conseguido algo que nos parecía imposible y así os lo veníamos anunciando desde hace días. ¿Cómo nos íbamos a jugar la vida metiéndonos en ese pozo de más de 200 metros de profundidad colapsado por los gases más mortíferos que existen? Alcanzamos la cima del cráter Bembouw y desde su cima por primera vez contemplamos en todo su esplendor la caldera de doce kilómetros que está bordeada por un gigantesco cráter del mismo tamaño. Sobre el año 50 datan los expertos, aquí había un solo cráter de ese tamaño. ¿Os imagináis un cráter de 12 kilómetros de diámetro y una altura que estiman en algo más de 3.000 metros aquí, en esta isla a pocos kilómetros del ecuador? Pues sobre ese año, explotó, y el gran cráter se colapsó hacia el interior y quedó como lo conocemos en la actualidad sobre los 900 metros de altura, aunque el subcráter activo y objetivo nuestro, el Bembouw, alcanza los 1.350 metros. Los científicos dicen que la energía liberada en la megaexplosión fue equivalente a diez mil bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki.
La enorme cantidad de gases y cenizas que expulsó hasta la estratosfera recorrieron todo el Planeta y alteró el clima global. En Europa no se recordó un invierno tan duro y largo, casi no hubo verano, según relatan las crónicas. John nos dice que este volcán en la actualidad está considerado uno de los grandes, es violento, explosivo, pero sobre todo destaca por tener dentro de los cráteres Marum y Bembouw unos lagos de lava muy activa que se mueven a una velocidad enorme. Es una lava especial, líquida, veloz, muy caliente y sobre todo fusionada con minerales y metales de todo tipo y además agua salada, mucha agua salada que entra en su magma a cien kilómetros de aquí, que es donde chocan la placas australiana y pacifica rellenando este magma con miles y miles de toneladas de esta agua salda, que junto a los metales interaccionan todos ellos y expulsan al exterior cada día la mayor cantidad de gases altamente tóxicos y venenoso que se conocen de cualquier otro fenómeno natural o creado por el hombre. Es en definitiva la mayor chimenea tóxica del Planeta, y aquí estamos nosotros, en su borde, contemplamos admirados esta gigantesca obra de la naturaleza.
Y lo más increíble es que nos ha atrapado y queremos meternos en su interior. Curiosamente cuando llegamos al fondo del cráter a unos 240 metros las nubes blancas se atenúan, y por al menos cuatro minutos pudimos ver en toda su grandeza el tamaño del cráter: bestial, de una perfección matemática, redondo, de paredes verticales y suelo plano de pura ceniza compactada, había fuertes explosiones que oíamos pero que no sabíamos de dónde venían. Avanzamos a duras penas hacia el interior del cráter. En un lugar en el fondo del cráter había otro minicráter de unos cincuenta metros de altura desde donde salía casi toda esa mierda y hacia ahí nos dirigimos. John nos dice que tenemos que ascender hasta su borde. Pienso y así lo hablamos Emilio y yo, que ya de estar allí tenemos que intentar ver el lago de lav a. Nos lleva otros quince minutos alcanzar el siguiente cráter ascenderlo. ¡El lago de lava! Brutal amigos, hemos conseguido el objetivo, el desafío que nos había traído hasta aquí. Dedico esta extraordinaria aventura a mis padres que han entendido nuestra manera de vivir y ya no h acen preguntas, sólo sonríen una y otra vez cuando nos reencontramos.