Cornada de lobo | pedro trapiello
Del nueve corto
Repolludo está siendo el gatuperio montado por curas vascos contra la «indeseable» designación del nuevo obispo de San Sebastián. Ese mitrado no debe caerles ni de lado ni de frente ni detrás, sino encima, y el espectáculo no está siendo nada edificante (aquí ya no es edificante ni la edificación). Lo del clero vasco viene a ser una deconstrucción del cuerpo místico, la nouvelle cuisine catolikasko, teología nacionalista del ombligo, un «fuera aparte» en toda regla. Además de voz y voto, quieren veto. Son los directores espirituales del sacristaneo político de Euskadi y quieren también tener sus fronteras, pues la autoridad de Conferencia Episcopal Española se la pasan por la quilla de su trainera. En varias ocasiones han formulado o exigido dejar de ser provincia eclesiástica para convertirse en nación celestial (o en papado, si cupiera). Lógico. Esa apabullante mayoría de curas vascos que repudian al nuevo obispo nunca agradecerán suficientemente que Sabino Arana tuviera capilla particular de misa diaria en casa y mandara a comulgar y a las procesiones a todo el peneuve en fila.
Los obispos vascos siempre dieron guerra. Seguramente tienen sus razones y algunas las entenderíamos, pero se ignora cómo coños pueden conciliar la universalidad de lo católico y el localismo aldeano de sus banderías parroquiales. En su pecado llevarán la penitencia, pues en el furioso latido de lo vasco hay mucho de púlpito, bastante de sacristía y un huevo de seminario. Los curas vascos son, antes que nada, una identidad nacional. Que se lo digan, si no, a todos los que barrió la Guerra o fusiló el ejército de Franco (y a los que Roma ignora en sus beatificaciones masivas). Es un clero grapado a una geografía de valles enclaustrados donde se encastilla el sentimiento profundo de la diferencia que fortalece la noción de tribu, de ahí que rechine ante las órdenes de Roma que vienen vía Rouco Varela. No les cae nada bien el jefe de la iglesia española (a la mayoría de españoles tampoco, pero no andan montándole un cirio vasco o un pollo en la veleta cada vez que mea agua bendita).
En fin, feote espectáculo. Entiéndelo; están armados con hisopos del nueve corto contra obispos de tufo ibérico.