Diario de León
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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

La familia es un bien necesario para la vida humana y para la calidad de la vida. Un bien para toda persona y para la sociedad. Cuando falta, la persona se amarga y la sociedad se resquebraja. No siempre la familia funciona adecuadamente. A veces faltan algunas condiciones primarias como la salud o el trabajo. Y otras veces fallan las condiciones relacionales de la compañía y del consuelo. Con todo, esas deficiencias no pueden rebajar nuestra esperanza y nuestro compromiso a favor de la familia.

El día 28 de diciembre de 2008 en la madrileña Plaza de Colón se celebró la Misa de las Familias con una participación multitudinaria. La ceremonia comenzó con la escucha del mensaje que Benedicto XVI enviaba desde la Plaza de San Pedro en el marco del rezo del Ángelus.

Fueron unas palabras breves pero sustanciosas. Comenzó el Papa subrayando que la celebración de Madrid tenía por objeto «orar por la familia y comprometerse a trabajar por ella con fortaleza y esperanza». Todo cristiano está convencido de que no basta la buena voluntad para llevar adelante la conversión personal o un proyecto de humanización de la sociedad. La oración y el compromiso personal son los ingredientes básicos de toda iniciativa evangélica.

A continuación el Papa añadía: «La familia es ciertamente una gracia de Dios, que deja traslucir lo que Él mismo es: amor. Un amor enteramente gratuito, que sustenta la fidelidad sin límites, aun en los momentos de dificultad o abatimiento». La gratuidad y la fidelidad son cualidades de la familia, aun considerada en un plano natural. Un pretendido amor que sea interesado o mendaz no es verdadero amor. Por paradójico que parezca, lo atestiguan las numerosas rupturas que aparecen cada día en los medios de comunicación.

También la familia no cristiana se basa en un amor gratuito y fiel. En este contexto, el Papa no podía dejar de mirar a la Familia de Nazaret. «Estas cualidades -”dijo-” se encarnan de manera eminente en la Sagrada Familia, en la que Jesús vino al mundo y fue creciendo y llenándose de sabiduría, con los cuidados primorosos de María y la tutela fiel de San José».

A la llamada a la contemplación siguió una exhortación al compromiso, la oración y el testimonio: «Queridas familias, no dejéis que el amor, la apertura a la vida y los lazos incomparables que unen vuestro hogar se desvirtúen. Pedídselo constantemente al Señor, orad juntos, para que vuestros propósitos sean iluminados por la fe y ensalzados por la gracia divina en el camino hacia la santidad. De este modo, con el gozo de vuestro compartir todo en el amor, daréis al mundo un hermoso testimonio de lo importante que es la familia para el ser humano y la sociedad».

El mismo Papa ofrecía su oración «por quienes en cada familia tienen mayor necesidad de salud, trabajo, consuelo y compañía». Esa nota de realismo es un desafío moral para las personas y para toda la sociedad.

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