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Cornada de lobo | pedro trapiello

Se rifan culpas

Publicado por
pedro trapiello
León

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Ocurrió en la capital palentina el día de la lotería. El Gordo fue la muerte. Un niño de trece años se despachó tirándose de un sexto piso. Terrible. También la edad temprana conjuga la desesperanza y la soledad mortal que mece el sueño del anciano de fe rota y paisaje podrido. ¿Pero qué razones puede tener un crío para disolver su angustia en el vacío...?

Hay que tener un respeto por quien se despacha, aunque cierta vergüenza social busca enterrar estas noticias o ponerles sordina... y aunque la Iglesia se ponga tremenda en casos así y tradicionalmente haya venido negando reponso o cementerio donde enterrar al suicida. Sostiene Sócrates Valdueza que si la Iglesia condena al suicida con furioso anatema es por mala conciencia, pues el propio Jesús, su fundador, no evita ir a Jerusalén sabiéndo a ciencia cierta que allí le han de matar; con la determinación del suicida, elige voluntariamente su muerte, decide su se acabó y su cuándo... convirtiéndose, además, en un ejemplo final a seguir, en una conducta. Los primeros cristianos lo siguieron ad pedem litterae en tropel de mártires que buscaban la muerte o no la esquivaban; se inmolaban como corderos en el circo de la burla (pregunta ahora a la salida de misa cuántos lo harían). Concluye Sócrates que el cristianismo verdadero, el que era novio de la muerte liberadora, se corrompió cuando salió de las catacumbas para sentarse junto al emperador montando su propio trono.

Pero si es un crío el que se convence de no tener sentido su vida en este barrio, además de un gran respeto, hay que tener una sinceridad enorme y hacerse preguntas, todas, porque es un fracaso de todos y porque quien saltó al vacío no es el que indica el Evangelio: «el que escandalizare a uno de estos pequeños más le valdría que se atara al pescuezo una piedra de molino y se arrojara al mar». Aquí fue uno de esos pequeños el que, con infinita decepción, se adelantó a la orden y escribió en el aire a su familia un prólogo navideño de horror dejándoles veneno en el alma para toda su vida. Qué tragedia. No habrá nunca respuestas y las culpas se rifarán.

¿Será que la Navidad y el suicidio frecuentan los mismos bares donde sirven melancolía canalla y corrosiva...?

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