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Muere Lluís Llongueras, el estilista que se propuso hacer del peinado un arte

El peluquero Lluís Llongueras. MARTA PÉREZ

Publicado por
León

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El peluquero Lluís Llongueras, de 87 años, fundador de los salones que llevan su nombre, murió ayer a causa de un cáncer de garganta. Nacido en Esparraguera (Barcelona) en 1936, el estilista, hijo de un modisto, fue un talento precoz: comenzó su carrera con apenas 14 años y se labró una carrera internacional como creador de algunos de los peinados más ingeniosos cuando España era un erial en materia estética femenina. Suyos fueron los emblemáticos estilismos del corte 'paloma' de Julia Otero o los cardados de la reina Sofía. Se le recordará por ser el pionero en crear una técnica y método para un oficio lejos aún de la profesionalización. Su secreto estribaba en cortar el cabello mecha a mecha y crear volúmenes. El método incluía técnicas a las que dio nombres especiales, como el 'corte programado', el 'patch', el 'bicolor'..., que se hicieron populares gracias a libros y vídeos.

En los años setenta inauguró su primer salón unisex y se erigió en un referente mundial de la profesión. No en balde, fue el creador de varias franquicias en academias y establecimientos de peluquerías. Un negocio que llegó a contar con más de 20 salones propios y 50 asociados en España, además de otras 120 sucursales en todo el mundo. Todo un imperio que facturaba 45 millones de euros. En materia salarial, impuso una retribución igualitaria entre hombres y mujeres.

Llongueras podía jactarse de dignificar el estatus social de la peluquería y de introducir en el cuidado del cabello los mismos criterios de innovación, riesgo y creatividad imperantes en el mundo de la moda, sin que por ello mermara su popularidad. Las mujeres hacían cola para peinarse en su local, algo nunca visto en la España del desarrollismo.

En su mérito está el haber despojado a las mujeres de moños, sombreros y pañuelos, propios de la pacatería de posguerra, y adaptar el pelo de cada mujer a su fisonomía. "No hago peinados, sino composiciones de pelo sobre las caras", decía. A finales de los años sesenta, sus pelucas de cabello natural arrollaron en la  gente  bien del momento. Cual estrella del pop, se convirtió en árbitro de la estética, en cuyo auxilio acudían el Aga Khan, Carmen Sevilla, Lola Flores, Rocío Jurado, Bianca Jagger y muchas celebridades más.

Esa posición de ventaja le ayudó a que Salvador Dalí le abriera las puertas de su mundo, para quien hizo la peluca más grande del mundo, expuesta como cortina de la habitación de Mae West en el Museo Dalí de Figueres (Girona) y que figura en el Libro Guinness de los Récords. Gala, la mujer de Dalí, se mostró sin embargo refractaria a cualquier tipo de asesoramiento.

Relación secreta Sobrellevó con amargura que su primera esposa, Dolores Poveda, y sus dos hijos mayores, Esther y Adán, le despidieran por fax de su propia empresa, después de que él se uniera a Jocelyne Novella, una mujer con la que había mantenido una relación secreta durante años. Lo de su amor con Jocelyne fue un flechazo en toda regla. El jefe nunca había reparado en ella. Hasta que sus labios se rozaron de manera esquiva ante las puertas de un ascensor. Jocelyne, que había comenzado en el tinglado del peluquero trabajando de motorista, llegó a escalar puestos hasta llegar a organizar las exhibiciones internacionales. Con ella tuvo tres hijos, Adrià, Antoni y Yasmin, a quien consideraba el amor de su vida.

Tras la disputa legal con su primera esposa, el estilista logró firmar un acuerdo que disolvía el conflicto con un intercambio de acciones y participaciones entre sus sociedades. Su primer matrimonio no tuvo nada de romántico. Reconocía que desde joven las mujeres mayores eran su perdición. "Me acostumbré a meterme en la cama con una mujer casi cada día, eran casadas, con hijos. Hasta que hubo un momento en que entendí que era una locura. Y busqué una chica seria y mona para casarme; en menos de un año hubo boda".

De haber nacido más tarde hubiera sido bisexual o quizá bígamo. "Igual podría estar casado con una mujer y con un hombre, lo probaría.", admitió en una ocasión con su voz rasposa.

No todo en su vida fue un paseo triunfal. Sufrió lo indecible cuando murió su hija Cristina con 26 años, un mazazo que sufrió en soledad. Hombre inquieto y creativo, hizo incursiones en la fotografía, la pintura, el dibujo y la escultura.