El día que Jordi se cruzó en el camino de Senda
Segunda oportunidad para Senda. Nueva vida. Abandonada en un camino, con una lesión en una pata, quizá golpeada por un coche, ha encontrado una nueva vida. Jordi, que llegó de Barcelona para vivir en una ciudad elegida, León, ha rescatado a Senda aunque asegura que es ella quien le ha rescatado a él
Bajaba todos los días por el mismo camino, una especie de sendero que ella misma había trazado a base de pasar y pasar en busca de algo de comida. Le pusieron de nombre Senda. Sus rescatadores llevaban meses siguiéndole la pista, esperando el momento en que se confiara para poner fin a su vida callejera. Un segundo bastaba. Nunca se acercó lo suficiente. Carmen y Camino, dos voluntarias de El Bosque de Sury, una asociación que se dedica al rescate de animales y la esterilización de gatas ferales, la vigilaban de cerca. Pasaron horas mirando la jaula que iba a cambiar su vida, reponiendo comida y cebo, asegurándose de que ningún otro animal entraba en la trampa. Una primavera de tediosa paciencia. Desde lejos, en silencio. Pero Senda, nada. Bajaba todos los días a la misma hora por el mismo caminito y pasaba de largo. Se avecinaba un rescate complejo, de esos que obligan a aguzar el ingenio y a no desesperar.
«La prisa de un rescatador es el peor enemigo», dice Daniel Muñoz, el alma de El Bosque de Sury.
No abandonaron a la galga abandonada. No sabían nada de ella, salvo que era atigrada y estaba muy delgada. Intuyeron que era hembra y no se equivocaron. Tampoco en esperar a que se rindiera y el hambre y la curiosidad la llevaran hasta la puerta de la jaula, la misma que la iba a atrapar para liberarla. Hasta que un día, entró. En el grupo de whatsapp de los rescatistas se escuchó el himno que entona Muñoz cuando un perro está a salvo de la miseria, del hambre, la enfermedad y los coches. No hay nada más que decir, la cancioncilla y todo el mundo sabe que el rescate ha sido un éxito. En el caso de Senda, por fin.
Pero no lo iba a poner fácil. Con la jaula y Senda dentro de la furgoneta, mientras recogían la zona y agradecían la ayuda prestada, la galga se las apañó para romper un pequeño precinto y escapar por un hueco de apenas tres dedos de ancho. La ventanilla del coche abierta en plena canícula hizo el resto. Y vieron a Senda desaparecer por el sendero.
Vuelta a empezar. La misma rutina. Las mismas horas de vigilancia. La misma tensa espera pero un más difícil todavía porque si es complicado rescatar a un perro, más es aún rescatar a uno que ya ha sido rescatado otra vez.
El domingo 21 de julio, a las 7.30 de la mañana, el teléfono de Daniel Muñoz suena insistentemente. Senda ha caído en la trampa. De ahí a la Protectora de León. Seis voluntarias se ponen de acuerdo para crear un grupo de paseo. Todos los días a las 8 de la tarde, antes imposible, el calor abrasador de esos días en León lo impide.
Jordi Mestre está acostumbrado a andar, como Senda. Es senderista. Forma parte de un equipo deportivo, de un club catalán que tiene 102 años de historia, Foment Excursionista Barcelona.
Cuarenta años como encofrador de obra civil, en puentes y túneles, en la línea 9 del metro de Barcelona, en la 2 que une la Sagrada Familia con La Paz, en la unión de la AP-7 con la A-2. Dos veces hizo el Camino de Santiago y las dos sintió que le atrapaba León. Cuando la Seguridad Social le comunicó que era hora de jubilarse, eligió León para hacerlo.
«Puedo vivir en cualquier lugar del mundo y ese es León», dice. Alquiló una casa en pleno centro del León más antiguo, puso sus cosas en orden y, dos semanas después, Jordi Mestre Cabistany puso rumbo a la Protectora de Animales de León. Andando. Era agosto.
«Vengo a ayudar», les dijo. En la puerta de la protectora, María José le preguntó si había paseado alguna vez a un galgo. Acababa de ingresar en las instalaciones una perra rescatada. Y ahí se cruzaron sus caminos Senda y Jordi.
Con los papeles de adopción en la mano, apenas quince días después de salir de la calle, del monte, de dejar atrás una vida de penuria, Senda tenía una segunda oportunidad. Se sentó junto a Jordi en el banco donde posan todas las familias adoptantes de animales en León, se hicieron la foto y se marcharon a casa. A su casa.
«Se acabó el sufrimiento», escribió Jordi Mestre en el wasap en el que habían colgado los vídeos del rescate de Senda.
Nadie sabe si estaba perdida, si se escapó o fue abandonada. Es uno de los cientos de perros y gatos que acaban cada año en las 26 protectoras y asociaciones de ayuda a animales que hay en la provincia de León y son rescatados.
Jordi Mestre no duda. «En realidad, es Senda quien me ha rescatado a mí».