Mascotas: ángeles sin alas
2.493 personas colaboran asiduamente con las asociaciones y protectoras de León. Pasean perros abandonados, son casas de acogida, forman parte de grupos de rescate, atienden colonias o son teamers, donan un euro al mes para ayudar a sufragar los gastos. Así son
Editorial: 'Movilizados con las mascotas'
Todas las tardes, Amanda y Carol, su hermana gemela, tienen plan. Y 16 años. Han quedado. Con Napoleón. O con Pizarro. Su cita no es con personajes históricos, es con los perros de la Protectora de León. Un paseo de cuarenta minutos con cada uno. No fallan. Ni un día. Son las ‘gemeliers’ como las conocen en la protectora. Por el camino, un recorrido circular que está marcado a base de tanto pasar por él, se cruzan con Noa, Enrique y su patinete eléctrico. Tampoco falla. Ha encontrado en ella, en una perra abandonada, su gran compañía después de una vida marcada por dificultades.
Son parte de las casi 2.500 personas que colaboran en León con alguna de las 31 protectoras, asociaciones, albergues y colonias de la provincia. Mil de ellas dedican tiempo libre y energía a ayudar de manera activa a las protectoras, las otras lo hacen a través de una plataforma de ayuda, Teaming, en la que se aporta un euro al mes. Son ‘teamers’ en la provincia de León al menos 1.493 personas. No hay datos exactos de cuántos leoneses son cuidadores de gatos callejeros ni un listado de las cientos de colonias ferales de la provincia. «Incontables», dice Fina desde Argos León, que gestiona uno de los CER (Capturar-Esterilizar-Retornar) más conocidos de León, el único método que ha demostrado ser eficaz para controlar el crecimiento de la población de gatos callejeros, que implica capturar a todos los gatos de una colonia, esterilizarlos y devolverlos a su territorio.
En los bancos donde se fotografían las familias que adoptan animales en la Protectora de León para componer un álbum de recuerdos se sientan a la sombra Miguel Álvarez, padre de las gemelas, y Clap. Son fijos. Han hecho una especie de tándem y es ya ‘oficialmente’ el perro de Miguel aunque no lo haya adoptado. Amanda, Carol y su padre son paseantes de perros desde hace año y medio. Victoria Martínez y Urby Calvón se han incorporado hace poco. Se unieron a un grupo para pasear a Senda, una galga rescatada después de muchos meses, y ahí se han quedado, paseando a los perros de la protectora. Como Óscar Juan García con Pichón.
Al anochecer, Leonor y un grupo de colaboradoras se encaminan a las cincuenta colonias de gatos ferales que cuidan en Villaquilambre. Algunas veces les acompaña una niña, la hija de una de las cuidadoras, que lleva cena y medicinas a los gatos callejeros. La escuchan llegar y salen a saludarla, la siguen a donde vaya, hay algo de mágico en esa escena.
Daniel Martínez y Cristina García han cambiado el viejo vehículo eléctrico que tenían por una furgoneta. A veces no tenía suficiente batería y no podían acudir a un rescate. Dani, el alma de El Bosque de Sury y practicante de la economía circular, sintió dar ese paso y dejar el ‘solar’ por un diésel pero los rescates no tienen horarios.
Los fines de semana de Choni Pardo y María Monterde están comprometidos. Y las tardes de toda la semana. Y alguna mañana, también. Gestionan la Protectora Piedras Blancas de Laciana. Han tenido un brote de parvo pero han logrado salvar a todos los perros que tienen acogidos.
Como la mayor parte de las protectoras y albergues de la provincia tienen el apoyo de clínicas veterinarias. «Son nuestros ángeles particulares, qué haríamos sin estos veterinarios solidarios», dice Choni Pardo.
En otros casos, son supermercados, tiendas de alimentación o ropa, hoteles y establecimientos de mascotas quienes les ayudan, donando pienso o mantas usadas, toallas, facilitando productos de desparasitación o colocando huchas para recaudar algo de fondos.
El Whatsapp y las redes sociales son su manera de comunicación. Grupos en los que se intercambian información, establecen horarios para ir a las protectoras o a las colonias de gatos y comparten los lugares donde se han instalado jaulas para la captura y retirada de la calle de animales que han sido abandonados o están perdidos. Uno de los más numerosos en la provincia es El Boque de Sury. Desde el Whatsapp, Dani Martínez coordina un grupo de rescates de 281 personas. Su otro proyecto, el CER, reúne a otros 50 voluntarios que se encargan de colonias ferales no controladas y esterilizan a sus gatas pero también a los gatos, una manera de controlar no sólo la población de callejeros, también de evitar peleas entre los machos y los problemas derivados, como heridas, infecciones y enfermedades.
Lui Álvarez y Eva Salas eran vecinas en Mansilla de las Mulas pero no se conocían. Un día coincidieron dando de comer a los gatos de una colonia. Decidieron comprar una jaula en Amazon para poder capturarlos para castrarlos y evitar la superpoblación.
«No pude mirar a otro lado. Así desde el día en que mataron a palos a una gatina y se refugió para morir debajo de mi coche», cuenta Lui.
Ella y Eva han creado la asociación más joven de la provincia, Huellitas del Esla, que atiende a animales abandonados en Mansilla de las Mulas. «Aquí aún envenenan a los gatos y ahorcan a los galgos cuando ya no valen para cazar», relatan.
Lui y Eva son de las pocas responsables de colonias ferales que se dejan fotografiar. Tampoco se quieren identificar muchos responsables de las protectoras. «Entiendo que otras personas no quieran desvelar quiénes son, recibimos ataques de mucha gente», dicen a modo de explicación.
Las protectoras no tienen más remedio que divulgar sus direcciones y parte de ellas tienen cámaras de vigilancia y sistemas de seguridad pero las casas de acogida, los lugares de rescate y la ubicación de las colonias de gatos y gatas callejeras se guardan en estricto secreto. «Está en riesgo la vida de estos animales, corren el peligro de ser envenenados o atacados», dicen.
«Es muy duro, no puedes faltar ni un sólo día». En esto coinciden los responsables de todas las protectoras de la provincia. «Te compensa con cada animal que sacas de la calle, con cada gato o perro que encuentra familia y tiene una nueva oportunidad», explican.
A Amanda y Carol sus padres no les dejan tener mascota en casa. «Y eso que mi padre pasea a Clap todos los días», cuenta Amanda. «Dicen que cuando seamos mayores», comenta con un deje de desesperación. «Así que hacemos esto». Esto es pasear, en familia, a perros. En la Protectora de León dicen que son ángeles. Ángeles sin alas.