Tu perro y tu gato te hablan, adivina lo que te dicen
Los perros y los gatos se comunican constantemente con sus dueños pero a menudo no interpretan bien sus señales. Aprender el idioma de las mascotas es fundamental. Estos son los errores más frecuentes. Y la manera de ser ‘bilingüe’ con ellos.
Sabes que te está diciendo algo pero no sabes exactamente qué. «O peor aún, crees que los sabes, pero no, no es eso». Coinciden todos los especialistas en comunicación animal, etólogos y educadores.
Que un perro mueva la cola no siempre quiere decir que está contento. Que se sacuda no quiere decir que se esté desperezando. Que se suba a su dueño al llegar a casa tampoco quiere decir que te está saludando. Que un gato se frote contra su dueño no es sólo una señal de cariño. Y que traiga su juguete preferido no es un obsequio.
Aprender su idioma es clave para estrechar lazos con los animales domésticos. Ser ‘bilingüe’ no sólo evita conflictos y problemas, también estrecha lazos y crea seguridad. En el dueño —que con la nueva Ley de Bienestar Animal ya no es propietario de la mascota sino su tutor— y también en el animal.
«Los perros y los gatos se comunican constantemente con nosotros a través de su lenguaje corporal y su comportamiento», explica la especialista en comunicación animal Judit Zorita. «Y no sólo los gatos y los perros, cualquier animal», apunta. «El primer problema que nos encontramos es que muchas veces los tutores no saben comunicarse ni interpretar correctamente lo que los animales les están diciendo», explica la etóloga Daniela Farias Cárdenas. «Tienen su propio idioma, conviene aprenderlo», señalan desde la Protectora de Animales de León. «El error más grave que comete un dueño de un perro es castigarle», apunta Qurro Ibáñez Guerra, educador canino de la escuela canina de León Extraperrestres.
«Es muy importante saber leer la conducta del perro y comprenderla y de la misma forma ser siempre claros con él, siempre actuar de la misma manera para no crear confusiones y tener una mejor relación. Es primordial que si se le dice no para algo, tiene que ser no siempre», explica Daniela Farias.
«Lo vemos constantemente, un perro gruñe y su dueño le castiga. Castiga la comunicación. En realidad el perro le está diciendo ‘esto no me gusta’ o ‘no quiero que este perro se me acerque’, es el escalafón más bajo de la comunicación con su humano. Si no recibe respuesta, pasará a otras fases hasta llegar a morder o intentar morder y si eso le funciona lo repetirá constantemente. En realidad el perro está pidiendo una solución, que le ayudes y le saques de allí, de esa situación. No hay que reñirle sino darle opciones porque él confía en ti y en que vas a solucionarlo», pone como ejemplo Qurro Ibáñez.
«Observar, atender, entender», apunta la especialista en comunicación animal Judit Zorita. Son las tres pautas que explica también la etóloga Farias en su consulta. No hay, dice, una regla fija, no hay, apunta, nada mágico. Sí hay errores comunes.
Y algunas claves, apuntan los expertos. Un perro que ladra excesivamente por lo general no está ni pidiendo atención ni queriendo que jueguen con él sino que sufre ansiedad, falta de ejercicio físico y poca estimulación mental. Lamerse la boca suele ser signo de estrés y, sobre todo, de que el perro está en una situación incómoda. Mover la cola no equivale a felicidad, ahí hay que estudiar otras pistas porque la posición y la velocidad del movimiento puede indicar miedo, alerta o agresividad. Un perro que se rasca puede tener una patología alérgica pero también ansiedad y utiliza ese gesto para liberar tensión. Un perro que se sube al dueño no le está saludando sino que probablemente reclama atención y cariño. Si bosteza quizá no está cansado sino incómodo. Si retira la mirada avisa de que es mejor que no se acerque nadie. Si mira insistentemente hacia atrás no siente curiosidad sino que quiere escapar. Y si ladea la cabeza está intentando entender.
Más difícil, en opinión de los expertos, es interpretar a un gato. Hay, sin embargo, algunos comportamientos clave. Si frota su cuerpo contra algo o contra una persona está marcando territorio con sus feromonas. Traer su juguete es su forma de cazar e incitar al juego y no un regalo. Maullar es una señal para pedir comida pero también para reclamar atención. Encorvarse y erizarse haciendo parecer que es más grande indica que se siente amenazado y quiere más distancia.
«Hay que estar siempre atentos a los movimientos de las orejas (si las echa hacia atrás, hacia adelante, a los lados), la cabeza (si la ladea, si está tenso), la comisura de la boca es un gran indicador en casos de agresividad para saber si es ofensiva o defensiva, si está hacia atrás, hacia adelante, si muestra toda la dentadura o sólo parte de ella, si es una conducta ambigua, el pelo (si está erizado o por el contrario relajado), el rabo (si lo tiene metido entre las patas, recto y erizado, hacia arriba, si lo mueve en círculos o hacia los lados), si el perro bosteza o aparta la mirada... la comunicación animal es infinita y no bastarían ni una colección de doce tomos para abarcarla», explica Daniela Farias.
«Una de las formas de comunicación entre los perros es el lenguaje corporal, por lo tanto el lenguaje que el tutor transmite a su perro siempre tiene que ser claro, movimientos con las manos, los gestos, las caricias, incluso los premios o los castigos, etc; y siempre actuar en el momento preciso y adecuado. También debemos aprender a usar varios tipos de comunicación en conjunto, como la comunicación corporal, con el lenguaje táctil y sonoro incluidos. Sin olvidar que la principal forma de comunicación en los perros es la olfativa, ellos saben el material de un objeto, la composición de un alimento, si algo es seguro o no, si una hembra está en celo, si una persona está enferma o incluso nuestro estado de ánimo, muchas veces con simplemente detectar las hormonas, feromonas o sustancias químicas que nuestro cuerpo está segregando constantemente», añade esta etóloga.
«Para poder trabajar con un perro es fundamental trabajar a partir del vínculo, de esa conexión especial que creamos entre las dos especies», apunta Qurro Ibáñez desde Extraperrestres.
En el vínculo cree la especialista en comunicación animal Judit Zorita, una de las pioneras en León en este campo de conexión entre especies. Filóloga, lingüista y profesora de español en el Centro de Idiomas de la Universidad de León, apuesta por una comunicación más profunda con los animales, entre las especies. Conectar con ellos. «No es ciencia ficción», avisa. Un método basado en la neurociencia a través de las neuronas espejo que provocan la empatía, de la física que ha probado que todo es energía y de un estado espiritual que permite tomar conciencia.
Zorita organiza desde hace cuatro años un curso de iniciación a la comunicación animal (27 de septiembre de 17 a 20 horas en el Centro Social Mariano Andrés del Ayuntamiento de León, en la calle Frotón 7). Lo hace en colaboración con la asociación Masqperros, que promueve la convivencia en León entre los vecinos que tienen mascotas y los que no tienen animales. «Se trata de un curso para conectar con los animales de una manera más profunda a través del sentir y la parte emocional», dice Zorita. Practica la comunicación «de corazón a corazón para dar voz a nuestros compañeros de vida y entenderlos mejor», dice.
Conocer las señales que envían las mascotas, entender los mensajes que envían , dejar de sentir que un perro o un gato intenta decir algo pero resulta un misterio, desentrañar su lenguaje corporal y sus sonidos y dejar que ellos entiendan sin ninguna duda qué les dice su dueño es el objetivo. Porque los perros y los gatos hablan, más allá de los ladridos y los maullidos.