Reportaje | óSCAR BALBOA ARREGUI | JEFE DE sección DE RADIOLOGÍA ENDOVASCULAR INTERVENCIONISTA
Aneurisma: peligro de rotura
Diez años de tratamiento endovascular de los aneurismas intracraneales en el Hospital de León
Escáner de hemorragia subaracnoidea, relleno endovascular y arteriografía de situación y morfología
Un aneurisma intracraneal es una dilatación localizada y persistente de la pared, en forma de huso o de saco, de una arteria cerebral. Aunque hay un conjunto de patologías congénitas que predisponen a la formación de un aneurisma intracraneal como la coartación de aorta o la poliquistosis renal, la mayoría de ellos se originan de forma adquirida por cambios hemodinámicos y degenerativos que debilitan la pared arterial. En esa alteración de la pared arterial influyen de manera considerable el tabaquismo y la hipertensión arterial. Los aneurismas se producen fundamentalmente en las bifurcaciones de las ramas arteriales en torno al polígono de Willis.
La prevalencia de los aneurismas intracraneales en la población general se estima entre el 1,5 y el 8 %. La incidencia real es difícil de precisar ya que el pequeño tamaño de estas dilataciones hace que en muchos casos sean asintomáticos y que, afortunadamente, el paciente desarrolle su vida normal sin ninguna complicación. Los datos de incidencia general se han obtenido de múltiples autopsias.
El rango de edad en el que más se diagnostican está entre 40 y 70 años, aumentando la prevalencia al aumentar la edad y siendo más frecuente su presentación en mujeres (56%). Hasta un 20% de los pacientes presentan aneurismas intracraneales múltiples.
La principal complicación de un aneurisma es su rotura que suele originar un cuadro de hemorragia intracraneal subaracnoidea (sangre alrededor de las estructuras del encéfalo), lo que supone una situación clínica muy grave.
El riesgo de rotura de un aneurisma depende fundamentalmente de su tamaño, de su morfología y de su localización. Habitualmente se considera un riesgo acumulativo anual medio de rotura del 1,3% si es mayor de 10mm y menor de 25mm. Este riesgo aumenta hasta un 6% si es mayor de 25mm, y más en el caso de aneurismas múltiples. La incidencia de hemorragia subaracnoidea (HSA) en la población general oscila alrededor de 10 nuevos casos (entre 6 y 15) por cada 100000 habitantes y año. Más de un 85% de estas HSA ocurren por rotura de un aneurisma. Otras pueden ser postraumáticas o espontáneas.
Paralelamente a la presentación de los aneurismas, la incidencia de la HSA también se incrementa con la edad. La mayor parte de las publicaciones demuestran una incidencia máxima en la edad media y medio-avanzada de la vida. En los pacientes mayores el índice de hemorragia subaracnoidea en mujeres es por lo general 1,5 a 2,5 veces mayor que en hombres, y la mediana de edad en la que suele ocurrir es más tardía para mujeres. Del mismo modo que la incidencia de aneurismas intracraneales, la hemorragia subaracnoidea es rara en niños y adultos jóvenes.
Morbilidad. Se considera que alrededor del l5% de los pacientes con rotura de aneurisma y hemorragia subaracnoidea fallecen antes llegar al hospital. El 50% de ellos fallecen en el primer mes de la rotura (el 20% de éstos lo hará en las primeras 48 horas) bien porque no se les puede hacer un tratamiento efectivo o porque evolucionan de forma fatal a pesar del tratamiento realizado, generalmente debido a las complicaciones que produce la sangre intracraneal o debido a un segundo sangrado que empeora claramente la evolución. De los que sobreviven más de 1 mes tras la rotura, el 40% permanece dependiente necesitando la ayuda de otra persona para actividades cotidianas como caminar, vestirse o bañarse. Es decir, la HSA es una urgencia médica y por tanto es fundamental el diagnóstico precoz y un tratamiento específico para procurar obtener una evolución favorable.
Hay otro tipo de hemorragia subaracnoidea espontánea o de origen desconocido con mortalidad 2 veces menor. La TC o escáner es la prueba radiológica más eficaz de diagnóstico ante la sospecha de un paciente con HSA. La clínica suele comenzar con fuertes y explosivos dolores de cabeza, mareos y problemas de visión, movilidad o del habla.