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León

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Opinión ANTONIO GARCÍA CENADOR | PSICOANALISTA

La familia ha convivido con la ideología de lo natural, «de la sangre», y al mismo tiempo con el crédito dado a la palabra de la madre respecto a la paternidad.

El padre era aquel reconocido por la madre, aquel a quien la madre atribuía la paternidad. Era la forma de despejar la incertidumbre de la paternidad frente a la certidumbre de la maternidad.

Quedaba la aceptación o no por parte del hombre de la función paterna; una función de palabra-”acto: «Es mi hijo». «No es mi hijo».

En la actualidad, la palabra del padre y la de la madre se ponen entre paréntesis. Es la ciencia (vía análisis del ADN) quien determina la paternidad. De este modo se reduce el padre a lo biológico, a lo real. No obstante, hay que tener claro que engendrar no es lo mismo que ejercer la función paterna.

Si nos atenemos a este planteamiento biologicista, tendremos que concluir que los niños concebidos con el semen de donantes anónimos, no tienen padre. Es cierto que en la actualidad hay un predominio de lo real biológico en detrimento de la organización simbólica y que -”por supuesto-” incide en la organización de esta creación cultural que llamamos familia. Como dice Marie Hélène Brousse, «podemos seguir afirmando que la familia es una estructura simbólica que tiene un lugar para los ideales. Pero los ideales familiares y la estructura simbólica de la familia actual, no están organizados por la función paterna, sino de otra manera».

El declive de la función paterna, no implica el desfallecimiento de la familia. Implica que la familia se organiza de forma distinta, alrededor de otros ejes.

Hoy-”desde un punto de vista legal-” no existe la autoridad atribuída al padre. El padre no es el jefe de la familia. Tanto el padre como la madre están en plano de igualdad respecto a la autoridad en la familia.

Por otra parte, ya se ha producido la separación entre padre y masculinidad, como lo atestigua el hecho de que las parejas de homosexuales puedan tener hijos. Este hecho es una prueba más de que la familia es una creación cultural y, como tal, está sujeta a cambios.

Son éstas algunas de las mutaciones que ha sufrido la familia. Ante estos hechos podemos adoptar diferentes posiciones. Lo que no debemos hacer es cerrar los ojos porque, lógicamente, tienen consecuencias para estos nuevos padres y también para los hijos.

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