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SALUD

Gaby no tira la toalla

Más de 150 personas víctimas de ictus o traumatismos craneoencefálicos han recibido rehabilitación y terapia ocupacional en Alen. El policía local herido en una persecución es uno de los usuarios actuales.

El terapeuta Álvaro Prieto en una sesión conjunta con Gaby y otro usuario en la que trabajan aspectos para mejorar las funciones cognitivas.

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Gaby no se rinde. En su casa, con un niño de dos años y medio y una niña de cuatro, nadie ha perdido la esperanza. No se rinde Esther, su esposa y tutora, ni su padre, quien le acompaña a las sesiones matinales en la Asociación Leonesa de Daño Cerebral Sobrevenido y a veces a nadar. Su neuropsicóloga, el logopeda y el terapeuta ocupacional de Alen coinciden en que «Gaby no se ha estancado». Sigue avanzando, aunque «es muy lento y muy duro», afirman. Los compañeros de la Policía Local han ensanchado su familia. Le llevan al gimnasio y, cuando toca, también de cena. Nadie ha tirado la toalla.

«Una vida salvada merece ser vivida», reza el lema de las asociaciones de daño cerebral adquirido que luchan por mejorar la calidad de vida de las personas que han sufrido traumatismos craneoencéfalicos, como le pasó a él, o accidentes cerebrovasculares. ¿Quién no conoce a alguien que ha sufrido un ictus y se recupera? En León cada año 750 personas sufren un episodio cerebrovascular. El 90% sobreviven. «Nunca dejé de tener fe en mi misma, siempre tuve ganas de curarme; de mandar siempre a mi cerebro mensajes de positividad», declaró la periodista María Escario al reincorporarse a su trabajo en Televisión Española después de sufrir, y recuperarse de un derrame cerebral. Un 25% de las personas que pasan por esta situación precisan rehabilitación.

A veces es más que volver a empezar. Sobre todo cuando hay que asumir que «esa persona jamás volverá a ser la de antes... pero hay que intentar que se parezca», confiesa Esther Vega. De esposa ha pasado a ser tutora de Gaby, el agente de la Policía Local de León que se precipitó por un tejado mientras perseguía a un delincuente el 7 de agosto de 2010.

Anosognosia

Sufrió un traumatismo craneoencefálico, estuvo en coma algo más de dos meses y arrastra severas secuelas a nivel cognitivo. Sufre anosognosia (no es consciente de su trastorno) y, algo que resulta especialmente duro para sus seres queridos, la lesión ha afectado su área emocional. «Era una persona supercariñosa, muy niñero. A Hugo casi no le conoció, pero fue un padrazo los 22 meses de Jimena. Ahora tenemos que enseñarle a que nos quiera y siempre a su manera que, claro, para nosotros es nueva», agrega.

Gaby es uno de los pacientes del servicio de rehabilitación de la Asociación Leonesa de Daño Cerebral Sobrevenido (Alen). Tres días por semana hace ejerccios para recuperar funciones cognitivas en el taller individual de terapia ocupacional. Desde hace diez años más de 150 personas se han beneficiado de sus terapias con el objetivo de aumentar la calidad de vida en aspectos funcionales, cognitivos, habla, visión y motricidad.

No es una terapia que «receten» por regla general en los servicios hospitalarios. La gente les conoce por el boca-oído. Lo recomiendan personas conocidas con familiares o amistades que han pasado por el centro.

El neurólogo del Hospital de León Javier Tejada señala que estos programas son solicitados por «personas con gran discapacidad o daño cerebral severo que en el programa convencional agotan las posibilidades objetivas». La realidad, matiza, es «si hay demanda es que tienen una eficacia, porque de lo contrario caerían por su propio peso».

Su experiencia es que en muchas ocasiones los pacientes «siguen sin caminar o en silla de ruedas, pero el familiar te da datos de que hay mejoría». Gaby llegó al centro de rehabilitación de Alen, ubicado en los locales de la asociación en el CHF, en octubre de 2011 a través de un conocido.

Ni ignorar ni desesperar

Una cita de Hipócrates es su segundo eslogan: «No existe daño cerebral demasiado leve para ser ignorado, ni demasiado severo para perder la esperanza». La esposa de Gaby es muy clara: «Su rehabilitación ha de seguir, era muy joven cuando sufrió el accidente, y muy inteligente; hay que intentarlo donde sea y con quien sea, por él, por sus hijos y por todos los que le rodeamos». Pocos días después de salir del coma fue trasladado al Instituto Goodman, un centro especializado en rehabilitación de personas con daño cerebral adquirido en Barcelona.

Fueron cuatro meses lejos de casa y «mejoró cognitivamente, pero ha mejorado mucho más en casa». No olvidará cuando consiguió el control de esfínteres. «Pensé que no lo conseguiría cuando regresó aún no controlaba los esfínteres, cuenta Esther Vega. Disfruta cuando le deja solo, a cierta distancia, y comprueba que «siempre vuelve a casa», lo que le recuerda el enorme sentido de la orientación que tenía antes del accidente. «Algún día me ha guiado para ir al taller de su amigo Dani en Villacedré». Todo un triunfo.

La rehabilitación se adapta a cada caso. Álvaro Prieto de Prado atiende a la misma hora que a Gaby un paciente con técnicas de fisioterapia para ayudarle a mejorar la marcha. También están intentando recuperar la funcionalidad de la mano afectada. Al contrario de lo que le pasa a Gaby, muchas personas se sientn impotentes porque «no pueden hacer lo que hacían» y otras están «demasiado protegidas por la familia, lo que puede obstaculizar que avancen si no hacen nada en casa», añade la directora de Alen, Luisa Rey.

Otros pacientes requieren realizar ejercicios de fuerza para aumentar el tono muscular o de masajes para reducir la espasticidad. Con la terapia ocupacional se trabajan también las dificultades de atención, algo muy frecuente en las personas que sufren daño cerebral. «A veces no piensan en lo que van a hacer y la terapia ocupacional facilita los procesos de traducción de información», agrega Álvaro Prieto.

Aunque algunos acuden al logopeda financiados por la Seguridad Social, como es el caso de Gaby, también realiza ejercicios para tratar el habla y la agrafía, pues muchos pierden la habilidad de escribir. «Hacemos muchos juegos y ejercicios. Es casi como volver a la escuela», explica.

«Está contento»

Gaby está contento, afirma su esposa. Y lo parece. Si le preguntas, a casi todo responde que sí. ¿Haces algún deporte?. «Nada», contesta primero e inmediatamente rectifica: «Nadar». Sí, va con su padre de vez en cuando. Ha pasado de dos a tres sesiones por semana (17 euros por sesión). Esther dice que tiene los dedos cruzados, con la esperanza de que siga la mejoría... ¿Hasta dónde? «Hasta donde se pueda: en casa hay dos niños que él realmente deseaba. Eso me da fuerzas para hacer de padre, madre y cuidadora».

Esther Vega Álvarez ha reducido su jornada laboral para poder compatibilizar el cuidado familiar con el trabajo: «Estoy muy agradecida a la asociación, a la Policía Local, a mis jefes. Hemos hecho una gran familia con toda la gente que nos rodea».