Píldoras de vida
11.200 personas ganan una media de un año de vida adicional por cada nuevo medicamento, pero la salud y la enfermedad incluyen también factores como la educación, el medioambiente y los recursos económicos.
LEÓN
La industria farmacéutica busca la píldora de la vida, lo más parecido a la inmortalidad, la que conducirá a una sociedad libre de enfermedad y dolor. Aunque la esperanza de vida ha aumentado con la aparición de nuevos fármacos y medidas higiénicas, la medicina busca remedio a nuevas enfermedades. El despliegue de la artillería pesada se ve contrarrestado con la aparición de nuevas enfermedades. Las crisis económicas no sólo estancan el avance de la ciencia sino que son un riesgo para el rebrote de enfermedades que ya estaban controladas. La salud y la enfermedad no depende sólo de la disponibilidad de medicamentos sino de un conjunto complejo de variables que incluyen la distribución de los recursos económicos, la educación, el medio ambiente, las condiciones de trabajo y la gestión de los sistemas de transporte.
A principios del siglo XX el promedio de esperanza de vida en España era sólo de 47 años. Hoy la esperanza media es de 77 años. La crisis económica reduce las posibilidades de que en un horizonte cercano nazcan medicamentos verdaderamente innovadores. En la provincia de León se han dispensado 27.103 recetas menos de antibióticos desde el 2010. «Los medicamentos y los farmacéuticos han tenido y tienen un papel fundamental en la calidad de vida», asegura el presidente del Colegio de Farmacéuticos de León, Antonio Carrasco.
Según los cálculos del economista estadounidense Frank Lichtenberg, el aumento de un dólar en el gasto de medicamentos se asocia a una reducción de 3,65 dólares en el gasto hospitalario por una menor discapacidad y el absentismo laboral, además de mejorar la calidad de vida de los pacientes. «Lichtenberg concluye que, cada nuevo medicamento salva una media anual de 11.200 años de vida, 11.200 personas ganan una media de un año de vida adicional con cada nuevo medicamento puesto a disposición de los pacientes», explica Carrasco.
La industria biomédica también ha calculado lo que cuesta poner en el mercado cada medicamento innovador. Más de 800 millones de euros invertidos en I+D+i antes de producir la primera unidad, que necesita una media de entre 10 y 12 años de investigación y desarrollo antes de que sean accesible para el paciente por primera vez; más de 10.000 moléculas investigadas y descartadas en el proceso antes de descubrir la única eficaz y segura. De todas ellas, sólo cinco llegan a estudiarse en ensayos clínicos y únicamente una se consolida como medicina para los pacientes.
«Las patentes de muchos productos de gran difusión van caducando una tras otra. Además, no se vislumbra en un horizonte cercano el nacimiento de nuevos medicamentos verdaderamente innovadores», explica Carrasco, que destaca también la extensión de las políticas de control de la oferta de medicamentos definida por una estrategia de recortes sucesivos de precios. «El comercio de medicamentos ilegales alcanza la poderosa estimación de suponer un 25% del comercio mundial de medicamentos. Parece que los únicos que pueden atajar estos peligros son los propios usuarios, absteniéndose de comprar medicamentos a través de Internet».
Los medicamentos, que tuvieron sus primeros resultados placebos en las oraciones o rezos, siguieron siendo herbales, se fueron complicando en su desarrollo para llegar a las triacas (el primer elixir de la juventud), luego simplificándose nuevamente hasta llegar a magistrales más simples, oficinales y finalmente los específicos actuales. «En los últimos años, entramos rápidamente en el terreno de los productos biotecnológicos y terapias génicas. Sin embargo, al mismo tiempo, hay un lento regreso hacia los principios naturales. Como con los quimioterápicos, en forma casi obligada por presión de los microorganismos».
Pero la lucha contra las enfermedades es una batalla que, hasta ahora, no se ha ganado. Cuando se creía que las infecciones y pandemias se controlarían eficazmente por medio de las vacunas y los antibióticos, apareció el virus de la inmunodeficiencia humana adquirida, que amenaza con destruir una parte de la humanidad.
«Si hubiese una debacle nuclear y se arrasara toda la vida del planeta, sólo sobrevivirían las bacterias», vaticinó el doctor e investigador de Genética Molecular Salvador Macip en una de las conferencias desarrollada en León sobre el futuro de la ciencia, organizada por la Hullera Vasco Leonesa.