Maestra de las emociones
Carmen Mallo enseña destrezas antiestrés en la prevención de drogas.
león
A Carmen Mallo la conocen bien en su pueblo, Murias de Paredes, porque es la alcaldesa del municipio y sobre todo por su humanidad. Mucha más gente la ha tratado como técnica de prevención del Plan Municipal de Drogas de San Andrés, donde trabaja desde hace 21 años.
Carmen Mallo es socióloga y maestra, aparte de la formación especilizada, como el Máster en Drogodependencias de la Facultad de Medicina de Valladolid. Cada curso se empieza de nuevo porque el plan se desarrolla especialmente en los centros escolares del municipio. Acaba de comenzar la escuela de familias en el colegio Antonio Valbuena. Con un café y los dulces que comparten la docena de asistentes —todas madres excepto un padre— la palabra felicidad es la primera que sale en el taller: «Si yo no puedo ser feliz, no puedo hacer feliz a nadie».
Es el punto de partida de una sesión en la que mostrará las primeras habilidades para manejar la tensión y favorecer la comunicación en la familia. Porque de lo que se trata en el plan es «potenciar los factores de protección» y «disminuir los factores de riesgo» que pueden favorecer el consumo de sustancias. Por si alguien no lo sabía, o se había olvidado, que ocurre fácilmente, hay que empezar por respirar. «La tensión, el estrés, lo vamos reconociendo por síntomas físicos», explica. El humor y la palabra son los otros ingredientes indispensables para el manejo de la tensión, añade. «La autogestión de la tensión es nuestra, no nos la va a gestionar nadie», recalca. Carmen Mallo pide a las familias que se comprometan en el taller: «Hacer un plan de trabajo para modificar conductas. Lo mismo que pedimos a nuestros hijos e hijas». Ponerse en el lugar de las otras personas, añade, es el principio básico de la empatía. Algo difícil de practicar, admite, en «una sociedad castradora de las emociones y particularmente de la empatía y la honestidad», explica.
Transmitir a hijos e hijas la importancia de las cosas pequeñas y de lo cotidiano para enfrentar la tarea educativa. Una tarea, subraya, que corresponde a las familias, que a veces ponen esa responsabilidad en manos de los colegios.No basta, advierte, con llenar de actividades extraescolares. «Así lavamos nuestra conciencia y creemos que nuestra responsabilidad está cubierta».
Hay que dedicar tiempo «al confort emocional» y para ello son necesarias herramientas que se van acumulando a lo largo de la vida para afrontar «las catástrofes cotidianas». Cuidar el lenguaje corporal y la comunicación no verbal es otra de la pauta que da en los talleres. «El silencio puede ser el lenguaje más traumático», apunta.
Comunicación, habilidades y competencias personales e información sobre drogas son los ejes del programa Moneo que imparte a lo largo del año a más de 200 madres y padres. Hay otros programas más específicos como el Dédalo, dirigidos a familias y a alumnado, o los que se realizan de forma directa con escolares, como es el caso del Exprímete para fomentar hábitos saludables de vida.
Porque no hay pastillas para prevenir el consumo de drogas, hace falta entrenarse y enseñar a valorar los riesgos. Carmen Mallo explica como surgieron los planes contra la droga en los años 80, cuando el consumo de heroína era la principal preocupación del país a pesar de que eran una minoría frente a las millones de personas alcohólicas. El triángulo equilátero de sustancia, individuo y entorno son el eje de una educación que «no dura un segundo». «Hay que enseñar a valorar los riesgos, fomentar la autoestima y aprender a resolver conflicto. La inseguridad en la escuela, la falta de autoestima y los entornos favorecedores del consumo son factores de riesgo. Gestionar el ocio es otra forma de fortalecer el vínculo familiar y reforzar la protección frente a las drogas.