Diario de León

El 50% de los pacientes no tratados llegan a intentar quitarse la vida

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Manu Mediavilla - madrid
León

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Los pacientes con trastorno bipolar son más propensos al suicidio que otros enfermos psíquicos, sobre todo, como señaló el psiquiatra canadiense Pierre Chue en el Congreso Europeo de Neuropsicofarmacología, en su transición de la fase maníaca a la depresiva. Su diagnóstico y tratamiento se convierten por ello en una necesidad, tanto más urgente cuanto que, como apuntó el británico Allan Young, el 50% de los pacientes no tratados hace algún intento de quitarse la vida y un 15% llega a consumarlo. Young cifró en 5,7 años el retraso medio en Europa de la correcta detección de ese trastorno, anteriormente conocido como depresión maníaca, que no sólo llega mucho después de manifestarse por primera vez, sino que suele venir precedida de diagnósticos equivocados y terapias inapropiadas. Un 5% de afectados En particular, remachó el psiquiatra de Newcastle upon Tyne, «el uso exclusivo de medicación antidepresiva puede ser peligroso en la gente con trastorno bipolar». Chue, que situó la incidencia en torno al 5% y el número de afectados en 14,1 millones en todo el mundo, coincidió en que es un problema «mal diagnosticado y medicado» y estimó en sólo un tercio las personas que reciben adecuado tratamiento. Diagnóstico difícil El diagnóstico se ve dificultado tanto por la similitud de algunos síntomas con los de otras enfermedades psíquicas, como por su propia condición 'bipolar' o de combinación de dos polos en el estado de ánimo: manía y depresión. En el primer extremo, domina la euforia, el pensamiento se acelera, se pierde la concentración y se siente una confianza excesiva en sí mismo que puede desembocar en decisiones imprudentes y comportamientos temerarios; la conducta impulsiva también puede llegar a ser fronteriza con la irritabilidad y agresividad. En el otro extremo, en cambio, se pasa a la tristeza y la ansiedad, al pesimismo y el abatimiento, a los sentimientos de culpabilidad y de inutilidad, a la pérdida de interés por cosas antes apreciadas, a la somatización del problema; a veces, incluso, acaban rondando por la cabeza las ideas de muerte o suicidio.

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