Diario de León
Publicado por
CARMEN BUSMAYOR
León

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NOMBRAR mujer, a veces, significa insulto mordaz, aturdimiento, silencio tenso, ostracismo a todas horas, sellar a cal y canto un hermoso paisaje delante de la mirada. Nombrar mujer, a veces, es denominarse asalto, enorme golpe, con qué piedra, ácido sulfúrico, gatillo, fuego, cuchillada. Nunca euforia u otras claridades. Nombrar mujer, a veces, es escuchar « no vales para nada», empaparse de olor a desprecio, lejanía, abismo. A veces, a veces la huida amedrantada sin volver la vista atrás. Cerrar, cerrar los ojos al candil de la esperanza. Nombrar mujer, a veces, es reconocer que se ha perdido la persona que entraba alegre en el sexo. Nombrar mujer, a veces, es pensar en alguien que ya no bebe con placer el resplandor de la mañana ni aspira a transitar feliz bajo el estaño de las estrellas nocturnas. En alguien que ni siquiera conoce la plática sosegadora.. Tal vez tan sólo un ramo de jazmines con el perfume roto. Nombrar mujer, a veces, es descubrir el sarcasmo devorador de voluntades anunciado en recados de tristeza que atraviesan aniversarios tantos, tantos. Nombrar mujer, a veces, es adentrarse en el espanto de los hijos criados en la atrocidad. Sumar trombas de gritos, aludes de odio , montañas de sumisión. Nombrar mujer, a veces, es escuchar a menudo « se ha hecho tarde, ya no hay remedio, de continuo fue una herida sin cicatrizar». Nombrar mujer, a veces, es tocarse el corazón y pedir cuentas por tantas llagas sin el bálsamo de los signos del bien. Nombrar mujer, a veces, como esta tarde todavía lejos de la simetría perfecta del respeto y del amor entre todos los hombres y mujeres, tiene que ver, por ejemplo, con todas las asesinadas españolas por sus maltratadores y también con las más de 270 de Ciudad Juárez, Méjico y de muchos otros ámbitos. Nada hay que justifique tales muertes . Pues nadie tiene derecho a posesionarse de la vida de nadie. Exijamos justicia para todos los «femenicidios» y para todas las mujeres que aun viviendo se hallan marcadas por el estigma de la humillación y otras gravedades con una tenacidad que no conoce el desaliento por parte de hombres sin escrúpulos. Protestemos. Movilicémonos. Reivindiquemos. Exijamos. Exijamos con contumacia, sin aplazamientos de ningún tipo y nunca, nunca reduzcamos tanta ignominia, tanta infamia, tanto dolor, tanta destrucción al gaseoso estado de lo anecdótico. Exijamos y exijámonos. No nos expongamos al olvido. Tampoco a la indiferencia.

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