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«Son niños que sufren mucho; sólo se les dice lo mal que hacen todo»

ALENHI

León

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«Mi hijo se pasó gran parte de la educación primaria en el pasillo. Le echaban de clase por no trabajar». Con esta frase, una madre leonesa expresa la falta de atención que detectan en las escuelas hacia el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad. «Se dan otras explicaciones al trastorno que padece, como que es muy movido o es un vago y no se actúa sobre ello, por eso aunque hemos avanzado en el diagnóstico hay un cierto estancamiento en el tratamiento integral», señala la secretaria de Alenhi, Elena Tornero. Las madres se quejan de la falta de atención específica y experta hacia sus hijos y de que se les cuelguen etiquetas porque «ellos ya están bastante machacados; sufren mucho aunque a veces no sepan expresarlo» y además «están indefensos ante un mundo que les rechaza y sólo se dirige a ellos para decirles lo mal que lo hacen todo», añade. «Las madres somos las que vivimos más de cerca el problema porque en general es la mujer la que lleva la casa, la que asiste a las reuniones del colegio y la que se pelea y lucha», destacan las familias leonesas, si bien en su asociación cada vez notan una mayor implicación de los padres. Vivir con un hijo que padece el trastorno supone para la madre y el padre, en muchas ocasiones, pasar por la depresión, acumular grandes dosis de estrés y tener que reconocer que «no aguantamos a nuestros hijos», con todo el dolor que ello supone. Las familias donde tienen más de un hijo saben perfectamente la diferencia entre educar con el trastorno y sin él y no se extrañan de que quienes tienen un sólo hijo con este trastorno se desanimen a tener más hijos. Un cuento hindú, que narra la historia de una vasija agrietada, compañera de una vasija perfecta, es uno de los ejemplos que ilustran cómo se siente un niño hiperactivo: «Después de dos años la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor». Pero el aguador responde: «Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino». Esta es la respuesta que se pide para los niños: «Todos somos vasijas agrietadas pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados».