Más jóvenes y más mujeres
Las mujeres que demandan tratamientos por consumo de cocaína tienen una media de 18 años y en el grupo de personas que piden ayuda para dejar el alcohol hay tantas como hombres
La idea de que la droga está asociada a la marginalidad permanece aún en el imaginario colectivo, aunque los expertos alertan de que el problema se diluye y se extiende cada vez más a la sociedad «normalizada». Las drogas están presentes en el ocio y las adicciones cada vez tienen menos que ver con aquella imagen del joven que se inyecta heroína en una zona marginal. Sobre esta premisa trabajan los programas de prevención de las drogodependencias en la población general, que se inician en las escuelas de familias y tienen diferentes estrategias de actuación entre población infantil, adolescente y jóvenes. En el Centro de Atención a Drogodependientes de Cruz Roja también se detecta el cambio en los patrones de consumo a través del perfil de los pacientes que piden ayuda para desintoxicarse. Según Eva Fernández, coordinadora provincial de Cruz Roja, el perfil general del usario del CAD corresponde a un 17% de mujeres y a un 83% de hombres, proporción que se mantiene en el programa de reducción de daños. Sin embargo, el promedio de edad de demanda de tratamiento es de 21 años para los hombres y de 18 para las mujeres, lo que desvela la precocidad con que las jóvenes se inician en el consumo de una droga ilegal. Respecto a la heroína, la edad media en la que llegan a los programas de Cruz Roja es de 26 años cuando está asociada al consumo de cocaína y de 35 para los pacientes que llevan varios años en mantenimiento con metadona. En conjunto, el 70% de los pacientes del CAD utilizan este sustitutivo (opiáceo sintético), el 15% se desintoxican del consumo de cocaína y otras drogas y otro 15% de alcohol, programa en el que hay tantos pacientes hombres (16) como mujeres (15). Los datos certifican una tendencia a la «incorporación» de la mujer a las adicciones tanto en drogas ilegales como legales. Un dato que no debe pasar desapercibido para las familias, ni para las instituciones.