Diario de León

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El centro de yoga Hjari Narayan organiza un taller de danza bhangra Vivir con la huella del secuestro La familia, del impacto inicial a la incredulidad y la angustia

Si el miedo a morir es la principal amenaza psicológica para una persona secuestrada, la liberación acarrea desde estrés postraumático a cambios personales y ajustes emocionales

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A. Gaitero león león
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El centro de kundalini yoga Hjari Narayan de León organiza un taller de danza bhangra para los días 2 y 3 de febrero, que impartirá la profesora Satguru Kaur. El bhangra, una danza tradicional de la región hindú del Punjab, va más allá de la mera expresión lúdica del movimiento ya que, como indica Lucía Trapiello, tiene «un alto poder de reequilibrio del cuerpo y la mente». Se cree que originalmente los agricultores expresaban con los movimientos del bhangra la alegría de la vida. Con el tiempo, artesanos, guerreros, hombres y mujeres «fueron construyendo esta danza combinando sus movimientos de trabajo con el agradecimiento a la vida y la energía de la celebración». Los beneficios de esta danza sobre el cuerpo y la mente se deben a que el bhangra trabaja los dos hemisferios del cerebro por la necesidad de coordinación que requiere, ya que cada movimiento se realiza igual en ambos lados. De esta forma se propia la comunicación entre la zona cerebral izquierda que regula la mente racional y la derecha, encargada de las emociones. La coordinación ayuda a aumentar el espacio de conciencia de cada persona de manera más equilibrada y a manifestarse de manera más fluida. Una de las características de esta danza es el rebote, una forma de usar el movimiento de la gravedad para crear un movimiento activo con una respuesta suave o, como se dice en las culturas asiáticas, un movimiento que muestra a la persona fuerte como una roca y suave como una pluma. Este tipo de movimiento ayuda a la comunicación entre las piernas y los brazos, que se consideran las conexiones corporales personales entre la tierra y el cielo y estimula todos los centros energéticos del individuo. Además, el rebote facilita la conciencia del centro lo que ayuda a mejorar el equilibrio, que normalmente sólo se alcanza al 40% (normalmente se maneja mejor una mano que otra, un ojo que otro...) La danza bhangra es apta tanto para hombres como para mujeres y facilita la comunicación con uno mismo que muchas veces es inexistente. Para participar en este taller es necesario inscribirse con antelación, ya que su celebración depende de un número mínimo de participantes. Cuesta 70 euros. Lugar: Ordoño II, 7-1º D (fondo) Fecha: 2 y 3 de febrero Contacto: 987 261 088 (martes y jueves de 19.00 a 19.30 horas). ¿Cómo se defiende la mente de una persona que es secuestrada? ¿De qué manera se ajustan sus emociones cuando es «felizmente» liberada? En las dos últimas semanas, León ha vivido muy de cerca un caso de secuestro: el de la médica Mercedes García, natural de Cuadros y cooperante de Médicos sin Fronteras en Somalia. Fue secuestrada en Bossaso, junto a su compañera Pilar Bauza, enfermera argentina, el 26 de diciembre. Ambas fueron liberadas el 2 de enero. Ninguna de ellas ha explicado públicamente la experiencia vivida, aunque está previsto que Pilar Bauza ofrezca hoy su versión del secuestro en una rueda de prensa que ofrecerá con Médicos sin Fronteras en Buenos Aires. El psicólogo leonés Miguel Ángel Castañón ha recopilado para Diario de León estudios sobre el impacto psicológico que supone el secuestro y la liberación. Muchas de estas conclusiones se han extraído de investigaciones realizadas en Colombia, un país especialmente castigado por los secuestros. Quede por delante, que, al margen de estudios, «cada caso es un mundo y cada persona tiene sus particulares vivencias», recalcan las investigaciones. «La experiencia del secuestro depende de múltiples factores, desde los autores y el tipo de secuestro, hasta la edad, las experiencias traumáticas anteriores que haya podido tener la víctima y sus circunstancias vitales y familiares», subraya el psicólogo. Los recursos intelectuales, valores, creencias, estrategias para resolver conflictos, autoestima y proyecciones para el futuro, así como la edad y la situación familiar son factores decisivos en el afrontamiento de la situación. Las investigaciones destacan que durante el período de cautiverio «el miedo a morir se convierte en un fantasma permanente», con independencia «del trato recibido por los secuestradores», que se mantiene después de la liberación. En la mayoría de los casos, la persona no está preparada para enfrentar amenazas reiteradas de muerte ni situaciones extremas de violencia y es fácil que sufra una parálisis de su procesos de pensamiento respecto a lo que sucede en el entorno, el ordenamiento de ideas y la selección de respuestas, que se sustituyen por impulsos de miedo y respuestas automáticas caóticas. Pero si tiene algún entrenamiento en situaciones de alto riesgo «puede conservar su capacidad de seguir pensando a través del miedo, ordenar ideas y actuar en consecuencia». La imposibilidad de establecer relaciones fiables con el entorno, favorece la exploración del mundo interno de la persona secuestrada, través de recuerdos y vivencias del pasado que permiten hacer un examen de vida y una reevaluación de las relaciones sociales y familiares. También es frecuente que vivan oscilaciones entre estados de ánimo de esperanza y desesperanza. La difícil libertad Si el secuestro es traumático, «la etapa posterior a la liberación no es fácil de afrontar a pesar de la libertad», aseguran los estudios de casos de cautiverio. El estrés postraumático o respuesta retardada a la grave amenaza vivida es una de las reacciones posibles tras la liberación. Puede manifestarse de formas completamente distintas. Hay quien prefiere evitar el recuerdo y quien opta por reexperimentar el trauma. Las consecuencias son diferentes: distanciamiento, pérdida de interés por las actividades habituales en el primer caso e incapacidad para sentir emociones como la intimidad o la ternura o pensamientos recurrentes y repetitivos, sueños angustiantes, hipervigilancia y dificultades para concentrarse en el segundo. Otras reacciones típicas son el síndrome del sobreviviente (cefaleas frecuentes, pesadillas recurrentes y estados de tristeza) o euforia desmesurada como forma de negación de la realidad «por todos los padecimientos del cautiverio». Cuando pasa esta etapa, la persona que ha padecido el secuestro empieza a dar paso a los recuerdos que permiten hacer una elaboración objetiva de lo sucedido y suele necesitar acompañamiento emocional. «Es un proceso lento y ya no se vuelve a ser la persona de antes. Queda como una huella con la que se tiene que aprender a vivir», concluyen. La familia también es víctima del secuestro. Del impacto y skock inicial se pasa a la incredulidad y la angustia, el miedo y la desesperación. La familia suele ser acuciada por sentimientos de culpa, impotencia, represión (creen que todo irá mejor si no se expresa ni comparte lo que sienten), temor y angustia. Cuando la persona secuestrada regresa a su hogar tras la liberación «puede percibir el dolor por sus familiares, en sus rostros, en sus cuerpos y muchas veces en sus comportamientos». Tanto ella como su familia tienen que acomodarse a la nueva situación, asimilar lo que ocurrió en su ausencia «y sentir una serie de cambios tanto en su mente como en su cuerpo que dan cuenta de que el secuestro no es un evento de la vida que pasa inadvertido para quien lo vive ni para la familia».

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