Las dificultades de conciliación alargan la estancia en las casas de acogida

«La conciliación de la vida familiar y laboral es un mito para mujeres que están solas y con cargas familiares, como las que salen de las casas de acogida». Así de tajante se muestra la directora de una de las cuatro casas de acogida que hay en la provincia. Las dificultades para acceder al mercado laboral, para encontrar casa y para compatibilizar el trabajo con la crianza alargan la estancia de las mujeres en las casas de acogida, algo que las expertas ven como un riesgo añadido porque «pueden acomodarse y perder el sentido de la realidad», es decir, acostumbrarse a vivir bajo el paraguas de los servicios sociales, cuando la finalidad del programa es justamente la contraria. Salvo los casos en que las mujeres retornan con sus parejas o ex parejas -que son cada vez más excepcionales- las mujeres que superan el programa asistencial están entre diez y quince meses en el centro de acogida antes de poder tomar las riendas de su vida. «Muchas veces salen para vivir con otras familias porque solas no se pueden pagar el alquiler», apostilla otra experta. Al margen de ayudas puntuales como el programa de emancipación, las asociaciones que gestionan estas casas echan en falta ayudas de emergencia para mujeres, programas de ayuda a la vivienda más eficaces y una política de conciliación específica. Al fin y al cabo, las mujeres que acuden a casas de acogida «son las más vulnerables».