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| Entrevista | Clara Murguialday |

«Las mujeres somos millonarias en afectos y pobres económicamente»

La directora de la Oficina de Cooperación al Desarrollo de la Universidad del País Vasco subraya que las mujeres sólo cobran una de cada tres horas de todas las que trabajan

Clara Murguialday participa en la semana contra la pobreza

León

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Clara Murguialday es economista y responsable de la Oficina de Cooperación al Desarrollo de la Universidad del País Vasco. También es experta en estudios de género y desarrollo y como tal ha sido invitada a participar el jueves en los actos de la semana contra la pobreza que se celebra en León desde mañana y organiza la Coordinadora de ONG para el desarrollo. -Como dice el título de la conferencia que va a impartir, ¿Por qué la pobreza afecta más a las mujeres en el mundo? -En mi conferencia, además de constatar que la pobreza tiene, cada vez más, rostro de mujer voy a desmontar algunas ideas. Por ejemplo, que las mujeres somos más pobres porque tenemos hijos: eso no explica la pobreza, porque los hijos se tienen en familia; otro mito es que somos más pobres por falta de educación, pero las mujeres han alcanzado el mismo nivel de educación -en América Latina se ha alcanzado la paridad en educación secundaria- pero no tenemos las mismas oportunidades de empleo. Y esto ocurre no sólo en los países pobres, también en los países más ricos las mujeres son mayoría en la pobreza empezando por Estados Unidos y Europa. -¿Pobres por nacimiento? -No exactamente. Explicaré que, por un lado, la desigualdad de género entre hombres y mujeres hace que seamos pobres por ser mujeres y, por otro somos pobres, no por nacimiento, sino por la educación en clave de feminidad: somos socializadas para hacer intercambios económicos muy desventajosos pues entregamos nuestro tiempo de trabajo a cambio de cariño y no de dinero. Y no sólo en casa, también en las oenegés y en la comunidad. Ni ellas mismas esperan ser remuneradas económicamente y la sociedad está organizada de modo que no se las remuneren esos trabajos. Es decir, somos millonarias en afectos y vínculos pero pobres en recursos económicos. -¿Se puede cuantificar esa relación entre trabajo y pobreza? -La expresión de la pobreza es que trabajando la mitad de horas trabajadas en la tierra, las mujeres somos dueñas solamente del diez por ciento del dinero que circula. Somos dueñas del uno por ciento de la tierra cultivada, pero tenemos la responsabilidad de producir los alimentos; en el acceso a los créditos es llamativo que las mujeres sólo tienen el dos por ciento. En definitiva, si trabajamos más que los hombres, pero no recibimos remuneración más que por una de cada tres horas y no somos propietarias, ni sujetas de crédito, somos pobres y lo más grave es la tendencia de que cada año aumenta la proporción de mujeres pobres y estamos en mayor riesgo de empobrecernos. Y quiere decir que cuanto más buenas mujeres seamos -esposas abnegadas, etc.- en el sentido tradicional de la feminidad nos empobrecemos más. -¿Hace falta reeducar a las mujeres o cambiar las estructuras del mundo? -Hace falta todo. Difícilmente nos podremos reeducar las mujeres si a nuestro alrededor las estructuras económicas no cambian y éstas difícilmente van a cambiar si las mujeres no tomamos conciencia y nos organizamos. No se trata de una maldición malthusiana, sino de que tenemos que dejar de ser ese tipo de mujeres y ser individuas independientes que se ganan la vida por sí mismas y acceder a los puestos de decisión. El trabajo empieza por nosotras mismas: el empoderamiento va de dentro hacia afuera. -Esta realidad choca con el temor al discurso de la igualdad, a que las mujeres alcancen más del 50% del poder, etc. - Hay que aspirar a la igualdad formal, pero ya hace décadas se dijo que la igualdad formal no garantiza la igualdad real. De hecho, en España tenemos muy buenas leyes de igualdad y sin embargo el 85 por ciento de las personas que solicitan el salario social son mujeres. La tendencia es así de dramática y las estrategias para erradicar la pobreza no funcionan: hay más pobres en el mundo. Y podría ocurrir que en el 2050 todas las personas pobres en USA serán mujeres, negras e hispanas. Si hace veinte años las mujeres eran la mitad de las personas pobres, esta cifra crece por diversos factores, entre ellos que la pobreza se transmite por vía femenina: en el mundo musulmán, que son 1.200 millones de personas, la hija hereda la mitad que su hermano... -¿Cree que esa situación dramática es extrapolable al mundo occidental donde parece imparable la equiparación de las mujeres? -Preguntémosnos cuál es la cuota de acceso de las mujeres a los puestos en los municipios: si en el mundo es del 16 por ciento, aquí no andamos muy lejos. -¿Qué respuestas concretas hay que dar para cambiar esa dramática tendencia? -Los sindicatos tienen que prestar más atención al desempleo femenino, al paro juvenil y particularmente al de las jóvenes: la mayoría de los contratos no indefinidos los ocupan las mujeres, de modo que condenamos a las mujeres jóvenes, con igual o mejor formación que los hombres, a trabajos precarios y en veinte años la fuerza femenina se desvalorizará. Hacen falta nuevas leyes y políticas para superar la brecha de los 28 puntos que separan los salarios femeninos de los masculinos; políticas de igualdad que incluyan a los hombres en la conciliación de la vida familiar y laboral: mientras los hombres no concilien las mujeres serán las únicas que se acojan a la jornada reducida... Las mujeres cumplimos, quienes siguen como hace 30 años son los hombres.